La pintura La Revolución, del artista Fabián Cháirez, que ha causado polémica, protestas y hasta agresiones durante su exhibición en el Palacio de Bellas Artes, fue adquirida por un empresario español, Josep Tatxo Benet Ferran, quien tiene diversos negocios en medios de comunicación, entre los que está Televisa.
Según explicó Benet Ferran a la agencia Efe, esa obJra le interesó por la censura que se cierne sobre ella y por la desaprobación que generó en la exposición Emiliano. Zapata después de Zapata, que presenta el Instituto Nacional de Bellas Artes hasta febrero próximo.
Añadió que esa pintura “rompe el mito de la masculinidad mexicana y ha provocado repulsa entre los campesinos, que tienen a Zapata como ídolo”.
Benet Ferran comentó que había competencia para adquirir el cuadro pero, aunque su oferta no era “la más interesante”, Cháirez incluso rebajó sus pretensiones económicas y la aceptó.
La pintura (que causó revuelo porque, además, fue una de las utilizadas para la promoción de la muestra) presenta al líder revolucionario del sur del país casi desnudo, apenas con una cinta tricolor, calza zapatos de tacón y porta un sombrero rosa, además de estar montado sobre un caballo blanco en excitación.
Según comentó Cháirez a El País, el empresario integrará este cuadro a una colección suya “en la que se encuentran otras piezas que ha causado polémica”, y formará parte del Museo de La Libertad, en Barcelona, que se piensa abrir a mediados de año. Esto, dijo, lo hizo preferir esta propuesta sobre otras ofertas que había recibido.
El artista se mostró muy satisfecho de que compartirá recinto con artistas como el chino Ai Weiwei: “Me parece muy buena la idea de lograr un espacio que sirva de memoria para este tipo de situaciones, que tengan un lugar en las que se pueda abordar los temas que son diversos sin miedo a la censura”.
Desde que se abrió la exposición en el Palacio de Bellas Artes dedicada al Caudillo del Sur en ocasión del centenario de su asesinato, hubo muestras de inconformidad: los familiares de Zapata protestaron por su exhibición e incluso miembros de diversas organizaciones campesinas tomaron el recinto y amenazaron con permanecer en él mientras no fuera retirada la obra. Incluso agredieron a miembros de la comunidad LGBT que expresaron su respaldo a la exhibición de la pieza.
En la discusión incluso tomó parte el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, y las autoridades del Palacio de Bellas Artes. Se buscó conciliar con los inconformes y se decidió colocar una cédula que acompaña la obra, en la que se manifiesta tanto el desacuerdo de los descendientes del líder revolucionario como el principio de de la protección al derecho de libertad artística y creativa.