Lo vi desde lejos pateando la banqueta mientras agitaba un manojo de papeles que traía en una mano, y con la otra sostenía un teléfono celular de aquellos que parecían ladrillos. Estaba solo en una céntrica esquina de Cuautla, Morelos. Lo reconocí de inmediato, pese a que habían pasado varios años desde que mi trabajo me alejó del Estado de México, donde por años llevé a cabo una férrea oposición al Grupo Atlacomulco. Era el atardecer de un día de jornada electoral y no necesité hacer averiguaciones para saber que este alto funcionario del gobierno mexiquense andaba “comisionado”, con todo y el presupuesto que manejaba, en la campaña del entonces partido oficial.
—Buenas tardes, licenciado. ¿Algún problema? —le pregunté al acercarme. “Nada”, contestó, al tiempo que me miró algo sorprendido, para después continuar con su desahogo: “Aquí, mirando a esta pinche gente traicionera”, dijo mientras señalaba a las personas que pasaban por ahí y, simbólicamente, a todos los habitantes de esa ciudad.
“Todo les dimos, todo: fertilizantes, despensas, becas para sus hijos, dinero. Y de su parte puro engaño…”, comentó mientras manoteaba. “¡El compromiso del voto valió madres!”, gritó al lanzar al aire el manojo de listados que traía, con un gesto de frustración y espanto.
Al concluir los cómputos en la noche de ese domingo de marzo de 1997 se confirmó la derrota del partido oficial en Cuautla y en otros municipios de Morelos, que se pintaron de amarillo. No fue el primer triunfo en el que participé, pero en esa ciudad morelense me tocó ver en directo el rostro de la derrota del clientelismo electoral. Meses después terminó el control unipartidista que por largas décadas había persistido en la Cámara de Diputados y, en el año 2000, México vivió la primera alternancia en la Presidencia de la República.
La anécdota viene a cuento porque en la actualidad, aunque han cambiado los tiempos y los colores, el uso indebido del dinero público cobró nuevos bríos con la llamada “Cuarta Transformación”. Ya se ha denunciado que Andrés Manuel López Obrador restauró un clientelismo electoral a la décima potencia y que está en marcha con la operación de los mal llamados Servidores de la Nación, sus delegados y coordinadores. Su integración con 21 mil 300 burócratas bien pagados. La abultada nómina de 5 mil millones de pesos. El manejo de presupuestos por 332 mil millones de pesos anuales y su actuación descarada en la vacunación contra la Covid-19.
Se ha revelado que este plan busca “amarrar”, mediante el condicionamiento de los apoyos, a 23 millones de beneficiarios para que voten por Morena y que, en los primeros tres años del sexenio, el gobierno federal ha destinado 835 mil millones de pesos a este plan electoral.
Algunas personas cuestionan que estas acusaciones incurren en pesimismo respecto del libre albedrío de los electores. Al respecto se debe decir que, efectivamente, la tramposa meta de los Servidores de la Nación no se logrará en automático, pese al despilfarro. En primer lugar, porque esa burocracia dorada ha incurrido en simulaciones, en corruptelas u otras prácticas que han mellado la eficacia electoral que espera su creador. Pero el principal obstáculo que enfrenta es la participación de la ciudadanía: siempre que los ciudadanos acuden masivamente a votar ponen límites a la defraudación electoral.
Si, además de participar, los electores tienen conciencia de que las becas, las pensiones y las vacunas las pagamos todos con nuestros impuestos, que no son dádivas de un gobernante o de un partido, serán capaces de discernir entre los apoyos y su derecho de elegir a los gobernantes. Esta maduración cívica, en la que se deben incluir los propios beneficiarios de los programas sociales, se resume en el antídoto más poderoso contra el clientelismo electoral: toma lo que te den, pero tu voto es libre.
Además, está el hecho de que, por más que quiera el presidente, la 4T no tendrá bajo su control las 162 mil casillas que se instalarán el día de la elección, lo que garantiza un ejercicio libre. El 6 de junio la democracia tendrá como reducto a las mamparas que protegen el secreto del sufragio. En su interior se expresará la libertad, lo que puede ocasionar el naufragio de la coacción del voto. El clientelismo electoral puede ser derrotado, como ocurrió en aquellas elecciones municipales de Cuautla y en muchas partes del país.
Cincelada: utilizado por López Obrador como pretexto de su enésimo autohomenaje, aquello de la “fundación lunar” de Tenochtitlán es más falso que su “Cuarta Transformación”.
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