AMLO calumnia a Proceso; nunca estuvo en su contra en la elección de 2006

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“El Estado mexicano no quiere dejar ni el polvo de lo que fue la impugnada elección presidencial de Felipe Calderón. Ni una sola boleta para la memoria. Nada, tal y como lo hizo en 1988 en la también cuestionada elección de Carlos Salinas de Gortari. Más allá de las razones del IFE, del Ejecutivo y del tribunal electoral (se trata de un asunto exclusivo de los partidos), la decisión de no dejar acta ni papel alguno para la historia ya rebasa el ámbito de la información y cae en el afán inquisitorial contra los derechos civiles y políticos”.

El párrafo corresponde a un texto escrito el 27 de octubre de 2012, por Jorge Carrasco Araizaga en el semanario Proceso, en el cual hace un detallado recuento del procedimiento legal que dicho medio de comunicación emprendió desde seis años atrás, y que llegó hasta instancias internacionales, para tener acceso a la documentación de la elección presidencial de 2006 y de esta manera, según argumentó, saber lo pasó exactamente en aquellos controvertidos comicios.

De hecho, Proceso fue de los medios que hizo una cobertura más crítica de aquellas elecciones, denunciando en sus páginas diversas situaciones como la intervención de Vicente Fox para favorecer al candidato panista Felipe Calderón, el financiamiento poco claro de la campaña de éste, los ataques de empresarios y otros actores contra Andrés Manuel López Obrador y la conducción errónea del entonces IFE en la difusión de los resultados electorales.

Durante las campañas, la elección y el conflicto postelectoral, el semanario dedicó varias portadas, diez por lo menos, que no dejaban lugar a dudas de su postura editorial respecto al tema, incluso planteó el escenario de la nulidad y la designación de una presidencia interina en tanto se convocaba a una nueva elección.

En la portada del número 1548, correspondiente al 4 de julio de 2006, aparece el entonces consejero presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, con el título “Árbitro cómplice”; uno de los artículos principales, también escrito por Jorge Carrasco Araizaga, señala una actuación pasiva y parcial del órgano electoral hacia las diversas irregularidades denunciadas por la coalición Por el Bien de Todos, que postuló a López Obrador. En otro texto, escrito en conjunto por Jenaro Villamil y Jesusa Cervantes, se habla de un “operativo de Estado” del gobierno foxista para enturbiar el ambiente electoral y respaldar ilegalmente a Felipe Calderón.

En el número 1552, del 29 de julio de 2006, que lleva como título de portada “El contubernio”, Carrasco Araizaga publica un artículo donde detalla cómo el presidente Vicente Fox se metió de lleno al proceso electoral con declaraciones a favor de Felipe Calderón y en contra de López Obrador. También en ese ejemplar se anuncia la solicitud del semanario para que se lleve a cabo un recuento de votos y se le permita el acceso a la documentación electoral.

En la edición 1554, con fecha del 12 de agosto de 2006, con el título “Recuento de tropelías”, de nueva cuenta Jorge Carrasco tuvo a su cargo el artículo central donde se afirma que hubo una manipulación confirmada de la información relacionada con los resultados electorales que no permite dilucidar con claridad quién fue el verdadero ganador de las votaciones.

Una vez que el TEPJF validó los resultados electorales, el semanario tituló su número 1558, “La impudicia”, en cuya portada aparece Felipe Calderón recibiendo la constancia de mayoría que lo acredita como presidente electo. Una vez más, el hoy director de Proceso escribió el artículo central donde cuestiona el fallo del máximo órgano electoral a pesar de que éste reconoció que se cometieron irregularidades diversas y la intervención de Fox a grado tal que puso en riesgo la equidad de la elección.

El recuento anterior de la cobertura de Proceso a la elección de 2006 en ningún momento apunta a que el semanario haya estado “en contra” de Andrés Manuel López Obrador; de hecho, de las tres portadas que le dedicó en aquel contexto, ninguna sugiere alguna crítica frontal ni mucho menos cruda en contra del entonces candidato.

La del número 1539, correspondiente al 29 de abril de 2009, con el título de “La estrategia soy yo”, se esbozan algunas críticas hacia López Obrador, pero más a manera de advertencia que de acusación o denuncia. En el artículo central, de la autoría de Daniel Lizárraga, se cuestiona la negativa del político tabasqueño de atender las sugerencias que se le hacían de recurrir a los grandes medios de comunicación para hacer frente a la “campaña negra” de que estaba siendo objeto e insistir en que con su estrategia “a ras de tierra”, le bastaría para revertir los efectos negativos que la embestida mediática de sus oponentes estaba teniendo en las preferencias electorales.

En la edición 1559, con fecha de 16 de septiembre de 2006, con el título “La encrucijada”, el texto principal escrito por Juan Villoro, habla de la disyuntiva que tenía frente a sí López Obrador una vez concluido el proceso electoral. Se plantean dos escenarios para su capital político: convertirse en un líder que aglutinara a toda la izquierda y a los sectores que no se identifican con ningún partido para ser un contrapeso del gobierno calderonista, o bien, en alguien que ante su inconformidad con el resultado electoral, se anclara en la división y la polarización.

En el número 1568, correspondiente al 18 de noviembre de 2006, con el título “La sombra”, se expone que el gobierno de Felipe Calderón que estaba a punto de iniciar, estaría marcado por la ilegitimidad, dadas las dudas sobre los resultados electorales y con un país dividido y polarizado donde grandes sectores de la población estaban convencidos de un fraude electoral.

Ninguna portada de Proceso en 2006, habla de un fracaso de López Obrador, con lo que queda en evidencia que el presidente de la República mintió en su andanada contra el semanario en su conferencia de prensa de este 2 de agosto en donde acusó a este medio de comunicación haber estado en su contra en aquella elección y de paso, le reprocha estar “distante” de su movimiento.

Es más, no sólo fue en 2006 cuando el semanario dio acompañamiento a la campaña de López Obrador y convalidó sus denuncias y teorías sobre la cuestionada legitimidad de la elección; también lo hizo en 2012, cuando secundó sus señalamientos de que el triunfo de Enrique Peña Nieto era resultado de un contubernio con Televisa y de que el candidato ganador había recurrido al financiamiento ilegal, además de rebasar los topes de campaña.

Tan a gusto estaba López Obrador con el periodismo de Proceso en las dos elecciones presidenciales, que en abril de 2015 aún lo consideraba junto con el noticiero de Carmen Aristegui, el periódico Reforma, el programa de Jacobo Zabludovsky y La Jornada, como los únicos espacios libres e independientes.

Hoy, como presidente de México, López Obrador odia a Reforma y cada que puede lo presenta como un diario conservador que vive para atacarlo; se dice engañado y traicionado por Aristegui, quien según él, por oscuros intereses se ha pasado del lado de sus adversarios y a Proceso, lo acusa de “no comprometerse” con su causa y ceder a la tentación de volverse en su contra. Sólo La Jornada se ha salvado, e incluso le ha recompensado con creces su “lealtad” con más de 800 millones de pesos en publicidad en lo que va de su administración.

La realidad es una sola: López Obrador no tolera la crítica por mínima que ésta sea: le exige a los periodistas y medios la misma lealtad ciega que a sus colaboradores, lo cual se contrapone con los principios del verdadero periodismo que son registrar hechos, observar, denunciar y cuestionar al poder, sea quien sea el que lo ostente.  Además, es malagradecido con medios que mucho tiempo lo respaldaron como Aristegui y Proceso y recurre a la mentira y manipulación para acusarlos de golpeadores y alentar linchamientos en su contra. Pero si Proceso respeta su vocación periodística, debe halagarle la embestida presidencial: no es función de los prensa “comprometerse” con las causas del poder, sino con las audiencias y la sociedad.

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