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Sin duda el fenómeno de la corrupción es quizá el mayor obstáculo para el desarrollo económico y social en todo el planeta. De acuerdo al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, que es la red mundial de la ONU, que propugna el cambio y hace que los países tengan acceso al conocimiento, a la experiencia y a los recursos necesarios para ayudar a que las personas se labren un futuro mejor, se calcula que en los países de tercer mundo se pierde debido a la corrupción, una cantidad de recursos diez veces mayor que la dedicada a la asistencia oficial para el desarrollo. En palabras más sencillas, por cada mil pesos dedicados al apoyo del ciudadano, se pierden 10 mil.

Según ese programa de las Naciones Unidas, cada año hay una fuga de un billón de dólares solamente por concepto de sobornos, y hay un cálculo de que 2.6 billones de dólares anuales son robados mediante diferentes procesos de corrupción, lo que arroja como resultado el equivalente a más del 5% del producto interno bruto mundial. Sin embargo, la corrupción no solo arrebata el dinero a quien más lo requiere, sino que además, ocasiona debilitamiento a los gobiernos, y esto al mismo tiempo da como resultado el incremento exponencial de las redes del crimen organizado.

Para lograr una visión de todos los factores que inciden en el fenómeno de la corrupción, hay que considerar de manera importante las visiones culturales, sistémicas y organizacionales. Por ejemplo, la concentración del poder y riquezas asociadas a la impunidad, las tremendas desigualdades sociales en lo material, así como en los derechos y en los deberes, entre otros.

La corrupción en México es un tema tan difícil como sensible. Difícil por la cantidad de factores o características que presenta y es sensible porque todos los ciudadanos nos hemos visto profundamente afectados porque desafortunadamente este fenómeno ha permeado en todos los ámbitos de la sociedad y lamentablemente de seguir así las cosas, como parece, la corrupción se presenta invencible.

La corrupción se presenta de muchas maneras, como el tráfico de influencias, el contrabando, el soborno, el peculado, el uso privado de bienes públicos, el castigo al inocente y premiar a quien no lo merece, entre otras. Todas ellas, prácticas de formas de conducta que se supone desaparecerían de forma milagrosa con la llegada de la 4T al poder. Y no lo digo yo, el mismo Andrés Manuel López Obrador lo repetía hasta el cansancio durante toda su campaña; de hecho ese fue su estandarte.

No nada más la corrupción no ha desaparecido de nuestro país, sino que tristemente ha incrementado, aderezada eso sí, con un toque de cinismo inédito. Además celebrado y justificado por una horda de comunicadores y porristas, que en aras de buscar el beneficio económico o la aceptación sectaria, se olvidan de señalar en este gobierno, lo que apenas hace un sexenio criticaban.

La corrupción de este gobierno tiene muchas caras y muchas consecuencias negativas para la sociedad. Desde las muertes de niños con cáncer por desabasto de medicamentos, pasando por desvío de recursos millonarios en instituciones como SEGALMEX afectando a campesinos, hasta pactos de impunidad con el crimen organizado, que por supuesto ha costado vidas.

Ya sin mencionar la vida de lujos que se dan a costa del erario varios miembros del gabinete. Ahí entran las casas y coches de Manuel Bartlett, así como los viajes familiares ostentosos y el departamento del General Luis Cresencio Sandoval, solo por mencionar algunos ejemplos. Todo lo anterior documentado y comprobado, bueno lo que es peor, hasta aceptado públicamente por los involucrados ¿Y qué pasa? ¡Exacto! ¡No pasa nada! De hecho, el propio presidente al ser cuestionado sale a decir con ese cinismo que lo caracteriza: ¡Y qué! ¿Cuál es el problema?

Estos hechos sin duda la sociedad los resiente, pero quizá lo que no llega a entender del todo, es que la corrupción en cualquiera de sus expresiones, significa que de una manera progresiva pero persistente, representa la demolición de nuestras instituciones, el desdén por la legalidad, así como el triunfo de la ilegitimidad, de la inmoralidad y de la injusticia.

Un gobierno que desborda corrupción y cinismo, no puede dejar como legado a la sociedad otra cosa que un estado de descomposición y por consiguiente una sociedad injusta. Y de acuerdo al grado de profundidad alcanzado por la corrupción en México, no sería exagerado decir que estamos frente a un riesgo de seguridad nacional.

La prevención y la lucha contra la corrupción es un proceso pluridimensional que necesita sinergia entre todos los sectores y todos los miembros de la sociedad, incluyendo a los gobiernos, los medios de comunicación, el sector privado y las organizaciones de la sociedad civil. Dado que la corrupción está carcomiendo los derechos de los ciudadanos (los derechos a tener un sistema de salud digno, recibir buena educación y tener prácticas de gobierno transparentes, solo por mencionar algunos) es de suma importancia que todos los sectores de la sociedad reconozcamos y asumamos nuestras responsabilidades. De entrada, involucrarnos en la vida política nacional y ejercer nuestro voto libre y consciente.

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