Por la amplia presencia de importantes representantes de partidos políticos que hoy nos congregamos en el 40 aniversario de este organismo, me voy a ahorrar los innumerables vocativos; pero saludo a todos ustedes en nombre del PRD de México, a la vez que les damos la más cordial bienvenida. Feliz estancia en México.
Sin lugar a dudas, este círculo que formamos aquí en esta mesa, es el fiel reflejo de un mosaico diverso y plural reunido e integrado en una rica región multicultural compacta. Es el generoso circuito geopolítico latinoamericano caribeño de partidos políticos.
Tal y como aquí lo vemos, somos un caleidoscopio indeleble forjado en la diversidad y en la pluralidad, porque tenemos las propias y particulares raíces originarias, y porque también compartimos las raíces complementarias que le dieron un singular rostro a nuestro mestizaje. Por cierto, dicho sea de paso, de esas primeras migraciones exploradoras y luego conquistadoras, ciertamente no pacíficas y menos amigables, que empezaron a llegar a nuestro continente en un día como hoy, que también es el de la propia fundación de la COPPPAL, un 12 de octubre, pero de 1492, y que por eso se le ha dado en llamar: el “Día de la Raza”.
Así es como nuestra región, está teñida de un colorido de pieles, idiomas, tonos bucales, modismos y otras variantes lingüísticas locales, creencias, usos, costumbres, vestimentas, aromas y sabores que nos otorga la prodiga naturaleza. Estas son las raíces fundacionales de lo que hoy somos como naciones de la región latinoamericana y del Caribe. Aquí, en esta región, está amalgamado y sintetizado todo el bagaje cultural que nos une y que nos enorgullece.
Ahora bien, entrando a nuestro tema, considero que el mayor reto que tienen hoy los partidos políticos, es ir en busca del eslabón perdido y reencontrarse con la sociedad. Y este reencuentro y reconciliación con la sociedad, considero que va en dos vertientes paralelas:
Recuperar la credibilidad que los partidos políticos han ido perdiendo, para que la gente vuelva a tener y a depositar su confianza en ellos. Y para esto, debemos revalorar a la política; pero sobre todo, trabajar mucho de parte de los políticos para que se revaloren a sí mismos, para que la gente les crea, así como relanzar la eticidad política y de gobierno. Hoy debemos ir en busca de la decencia política y de gobierno.
Por otro lado, trabajar arduamente para que sigan contribuyendo al cada vez mayor fortalecimiento del sistema de partidos políticos, toda vez que son un instrumento vital de interlocución entre la sociedad y el gobierno, así como para la progresión de la democracia. Son la bisagra social y política natural entre la gente y el gobierno. Y su mayor y mejor representatividad, está fincada en un sistema multipartidista identificado en la diversidad y en la pluralidad que ésta conlleva. La pluralidad política y la pluralidad partidista abonan a la calidad de la democracia.
Por eso podemos decir, que los partidos políticos son órganos constitucionales del Estado, con toda la fuerza y significación política, jurídica y social que conlleva intrínsecamente la palabra “Estado”. Con los avances que ha tenido la democracia en nuestro tiempo, debemos aplaudir y enaltecer, pero también vigorizar con decisión, firmeza y talento, para que no solo sea de papel, la consagración efectiva de los partidos políticos, como órganos constitucionales del Estado, tal y como lo postulaba el filósofo austriaco del Derecho, Hans Kelsen.
El decía que, palabras más palabras menos, cuando se cultiva una negativa y abierta animadversión hacia los partidos políticos, es porque no se tiene plena conciencia que la hostilidad que se engendra contra estos órganos político-sociales, es para buscar una enemistad, mal simulada, contra la democracia.
Les guste o no a algunos detractores mal intencionados de los partidos políticos, la democracia moderna todavía descansa primordialmente en los partidos políticos; cuya significación crece, aún con el malestar e incomodidad de algunos, con el fortalecimiento progresivo del principio democrático. Es por ello que al margen del ropaje político con el que se vistan algunos, estamos en contra de las dictaduras, en contra de los totalitarismos y también en contra de los autoritarismos, porque lo nuestro es la progresión de la democracia con sentido social.
Ante la amenaza del surgimiento o resurgimiento de dictaduras, tiranías, totalitarismos o autoritarismo, siempre debe fortalecerse más y más un auténtico régimen de partidos políticos. El debilitamiento, crisis y desaparición de éstos, favorece a este tipo de regímenes no solo impuros, sino además ilegítimos. Es un error abonar al quebranto de los partidos políticos, y con más razón cuando se hace conscientemente. Quienes lo hacen de forma deliberada, trabajan de manera perversa hacia la desaparición de estos institutos políticos para el logro de otros móviles, que al final del día terminan en la instauración de esta clase de regímenes.
Como instituciones políticas representativas e interlocutoras de los intereses y de la pluralidad de voces de la sociedad, son el antídoto natural y más eficaz contra estos regímenes contrarios a la democracia, que son los que los debilitan y aniquilan. El sano equilibrio son los partidos políticos, pero los partidos reales, los que verdaderamente se constituyen en una razonable y responsable oposición cuando no están en el gobierno, no los simulados.
Tenemos que esforzarnos para hacer el redescubrimiento de la virtualidad de uno de los elementos todavía más destacado de la democracia real, para redimensionarlo y llevarlo a mejores horizontes: Y este elemento son los partidos políticos, porque éstos reúnen a la gente afín en ideas y proyectos, con el objeto de garantizarles una presencia e influencia eficaz en la marcha de la vida pública. El descredito de los partidos políticos por parte de sus adversarios, encubre un ataque contra la realización y desarrollo de la democracia.
“Solo por ofuscación o dolo puede sostenerse la posibilidad de la democracia sin partidos políticos. La democracia necesaria e inevitablemente requiere de un Estado de partidos.”[1] Y esto es indispensable permearlo en la sociedad.
De ahí que podamos señalar, que los partidos no se deben engolosinar con el aroma y el sabor del poder, y perder el piso cuando llegan al gobierno, convirtiéndose en partidos soberbios, omnipotentes y mayestáticos, subestimando, menospreciando, minimizando y queriendo aplastar a los demás porque son oposición. El poder embriaga, pero esos felices viajes de ensueño son temporales, como todo en la vida, no son eternos, y después nos devuelve a situar en la cruda realidad. Por eso, los partidos no deben sufrir transfiguraciones cuando llegan al gobierno, convirtiéndose en partidos de Estado o del gobierno, porque pierden su naturaleza, su esencia, su razón, su valor y su misión. Partidos de gobierno sí. Partidos del gobierno no, porque no son de su propiedad.
Esto lo digo, porque los partidos no nacieron para defender a ultranza y contra viento y marea a sus gobiernos cuando éstos se equivocan; sino solo en aquello razonable, porque en lugar de fortalecerlos, los debilitan; y sin embargo los partidos se desgastan y se deterioran. El gobernante finalmente se va, con crédito o descredito según haya sido su propio desempeño, porque su paso es transitorio; en cambio, los partidos políticos se quedan a seguir batallando, y a veces en un terreno adverso. Es por esto que en una democracia real, no ficticia, no podemos dejar que se quebranten, y que se nos vayan de las manos.
Los partidos hoy ya no deben ser solo políticos; estos institutos ahora deben ser partidos políticos estadistas; esto es, partidos políticos con visión estadista. ¿Porque digo esto?, porque parodiando a Winston Churchill, los partidos políticos hoy ya no deben solo pensar en las próximas elecciones; sino transitar a otra dimensión, para ahora pensar también en las próximas generaciones, con planes y programas, sí con los contenidos de corto periodo que se requieran, pero más aún con grandes proyectos sólidos de mediano plazo, así como de largo aliento político-democrático, que ofrezcan rumbo y certidumbre, así como perdurable futuro de continuo desarrollo y bienestar.
Los partidos siempre deben estar con la gente, porque a ella se deben. Los partidos no pueden bajar la guardia y alejarse de las causas sociales. Siempre deben ir agarrados de la mano con la gente, enarbolando sus legítimos anhelos de salud, de seguridad, de trabajo, de educación y de oportunidades, para buscar preservar la unidad y armonía social, así como para su desarrollo y bienestar. No pueden perder la brújula y extraviarse en este terreno primario fundamental.
Los partidos políticos igualmente están obligados a siempre privilegiar el diálogo y a privilegiar el valor de la palabra. Es necesario darles la palabra y dejar hablar a los que no han hablado; así como escuchar con atención a los que no han sido escuchados. Que hable la gente y escuchemos a la gente. Hay que salir a la calle; a la casa por casa a reencontrarse con la gente y a constituirse nuevamente en partidos del diálogo, de las causas y de las oportunidades. Los partidos deben ser congruentes entre lo que piensan, dicen y hacen. Sólo así, se logrará el renacimiento de los partidos políticos.
Por otra parte, los partidos también deben convertirse en genuinas escuelas de la formación política ciudadana; en otras palabras, en escuelas de la democracia, porque como dijo el Presidente John F. Kennedy, “la ignorancia de un votante en una democracia perjudica la seguridad de todos”[2]; y yo agregaría que también pone en riesgo la paz y la estabilidad del pacto social; de ese contrato social russoniano, que política y constitucionalmente renovamos de manera permanente.
Por adverso que a veces sea el ambiente político, los partidos no deben resignarse y abandonar la siempre loable e indispensable bandera de la democracia; dejar caer el Estado de Derecho; dejar que se debilite la división de poderes, porque la invasión de uno de ellos a los otros, desbalancea el siempre saludable equilibrio y los necesarios y razonable contrapesos entre éstos; como tampoco deben permitir que se ponga en riesgo la libertad, la igualdad, la armonía y la justicia, ya que también están llamados a resguardar y bien guardar a las instituciones democráticas. Dejar de hacerlo no solo es impronunciable, sino incluso impensable. Consideramos que esta es la esencia, razón, valor y misión de los partidos políticos y, por lo mismo, están obligados a preservar estos valores.
Hoy como partidos políticos, en la percepción de la gente podemos estar doblados, pero no quebrados. Es por ello que hoy los partidos estamos empezando otra vez. Con inteligencia, habilidad, trabajo, esfuerzo y compromiso social, estamos levantando nuevamente el vuelo renovado, como figurativamente lo hace la mítica Ave Fénix.
40 Aniversario de la COPPPAL.
Manuel Cifuentes Vargas.
Coordinador Nacional del Patrimonio
y Recursos Financieros.
Partido de la Revolución Democrática. México.
Oaxaca, México. 12 de octubre del 2019.
[1].- Kelsen, Hans. Esencia y valor de la democracia. Editora Nacional. México, D. F. 1974. PP. 35-37.
[2].- Kennedy, John Fitzgerald. Entrevista en Hyannis Port, Massachusetts. 25 de noviembre de 1961, ante Aleksei I.Adzhubei. Editor del periódico ruso “Izvestia” y yerno del Primer Ministro soviético Nikita Khrushchev.