Rosa nunca imaginó que, aquella madrugada del 9 de julio de 1951, daría su último beso de amor al corresponder a las súplicas de Roberto en la habitación del hotel Pal, situado en Arcos de Belén del Distrito Federal.
Ella era una muñequita de porcelana. Tenía 24 años y una larga historia. Hija del chino Florentino Su y la mexicana María López Siordia quienes procrearían nueve hijos más, inció su aventura motivada por el baile y sus necesidades familiares. Este periplo, por cierto, no se explica sin el apoyo de Margarita, su hermana, pues a instancias suyas, a los 16 años, Rosa debutó en el teatro Colonial y más tarde fulguró en los teatros Apolo y Follies.
Él fue editor de “Oiga”, una revista mensual de espectáculos. Su nombre completo era Roberto Serna García. Había rumores de que tuvo idilios con estrellas renombradas como Meche Barba y Amparo Arozamena. Lo cierto es que, en 1950, pasaba una mala racha pues había perdido sus talleres fotográticos a causa de una huelga y los negocios en los que intervenía como productor de cine no iban bien según relata la revista Vea del 14 de julio de 1951. Pero como en la juventud no existen valladares imposibles de sortear, Rosa lo respaldó durante ese año, empeñando pieles y alhajas “para facilitar dinero a su amante” quien le juraba que pronto se repondría.
“La muñequita china” gozó de una formidable fama. Tenía legiones de admiradores y, según los expertos, pronto alcanzaría la cumbre. Además de sus actuaciones en los recovecos de la noche, ya había bailado en las cintas “La Bandida”, filmada en 1948, año en el que además desempeñó un pequeño papel en “Carta brava”. Tres años después rodó “Especialista en señoras” y “Mujeres de teatro”. El futuro le aparecía como una pantalla luminosa, incluso a pesar de los obstáculos de sus relaciones amorosas que la hicieron interrumpir su carrera entre 1945 y1946 luego de divorciarse de un empresario, emparejarse con su representante Lucky Mayorga y sufrir otro tormento pasional con el empresario teatral Félix Cervantes, quien terminó los amoríos para casarse con Margo, su hermana.
Rosa conoció a Roberto en la reluciente primavera de 1950 y quedó prendida. Pero la codicia del periodista fue desprendiéndole de sus propiedades mundanas y, sobre todo, del amor propio, como le dijo su ex amante Felix Cervantes para quien trabajaba en el Teatro Cervantes. Rosa rompió con Roberto el domingo 8 de julio al salir del teatro. Pero él rechazó la decisión y la convenció de tomar café en el Sanborns del hotel Del Prado, Rosa accedió a condición de que los acompañara su madre, María López, y la plática terminara pronto porque el lunes se presentaría en el cabaret “Las mil y una noches” de las calles de Uruguay.
Margo Su, quien había sido segunda bailarina tiple hasta volverse empresaria de teatro, describe así a su hermana:
“La piel de Rosa es blanquísima y suave; con las luces del teatro se le ve nacarada. Es más alta y de brazos largos, cuando baila los mueve dulcemente y con elegancia, da la sensación de estar dentro del mar. Su pelo es negro, color ala de cuervo con destellos azulosos. Es muy bella. Hasta su nombre es lindo. Su Muy Key. Muy Key quiere decir Rosa en chino”.
“Le sucedió lo peor”, continúa Margo, “la etiquetaron como exótica a pesar de que ella es lo opuesto. Su danza es exquisita, etérea, nada la liga al grito de selva africano ni a la sensualidad de las islas del Pacífico. Rosa es la danza mística, elegante, misteriosa y profunda. Reemplazó a Tongolele en el Club Verde, con todo y los anuncios espectaculares en la prensa y los enormes carteles pegados en todas las calles de la ciudad y, desde luego, a su nombre se antepuso el adjetivo de moda: La Exótica Su Muy Key”.
Ya entrada la noche, Rosa accedió a los ruegos de Roberto y ambos entraron al cuarto número 15 del hotel Pal. Su amante le dijo resignado que ella quedaría libre a partir de ese momento, o más bien, una vez que se dieran el último beso. Ella aceptó. Amaba al empresario. Los dos se abrazaron desesperados mientras María los esperaba en el lobby. De acuerdo con el parte policiaco, la madre de Rosa escuchó tres detonaciones. Serna García le había dado dos balazos a su hija, uno le estrelló la sien y otro le destrozó el pecho. Le reventaron la vida. A su lado se hallaba él, exangüe, con la cabeza gacha empapada en sangre.
Su Muy Key miraba la nada. Quedó tendida en el piso como una muñequita rota de porcelana.