Tras la terrorífica jornada que vivieron los habitantes de Ciudad Juárez, Chihuahua, en que hubo balaceras a civiles, tiendas incendiadas y ataques gratuitos, con un resultado de al menos nueve muertos, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que “ojalá no se repita”.
Abdicando así de su responsabilidad como jefe del Estado mexicano y jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, de boca del mandatario no salió una condena enérgica a los reprobables actos, ni una ofertad de emprender acciones especiales para enfrentar esta situación, análoga a la que se vivió el miércoles en Guanajuato y Jalisco.
Dijo que antes “no se había presentado” que “se agredió a la población civil, inocente, como una especie de represalia” y que “ojalá no se repita”.
Con sus palabras, el presidente dejó en claro que confiará en el azar, en la suerte o en lo que decidan hacer los miembros del crimen organizado, para que “ojalá” no vuelva a pasar esto.
Anunció que el subsecretario de Seguridad, Ricardo Mejía, informaría “lo que causó este enfrentamiento entre grupos”. “No solo fue enfrentamiento entre dos grupos, sino que llegó un momento en que empezaron a disparar a civiles. Esto es lo más lamentable de este asunto”.
La palabra “lamentable” fue lo más fuerte que dijo el presidente de la jornada de terror en Ciudad Juárez. Ayer jueves, dijo que en Guanajuato y Jalisco hubo “protestas” por parte de grupos delictivos.
En ninguna de las dos ocasiones condenó con energía y dureza lo ocurrido, ni dio garantías de protección a la población, ni mucho menos advirtió que se perseguirá a los culpables.
En contraste, en innumerables ocasiones, el presidente ha usado palabras duras, insultantes en contra de aquellos que políticamente se le oponen. Es una dureza y un enojo que jamás ha dirigido hacia el crimen organizado.
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