Es más temerario hoy burlarse de un regidor que del presidente en turno. Aclaro que este texto no es para defender a Peña Nieto, sino a la institución presidencial, a la investidura que ostentan quienes la ocupan. No es un tema menor.
El bullying al Presidente ya ocasionó en nuestra historia un derrocamiento y su consecuente guerra civil: Francisco I. Madero fue abusivamente sobajado y debilitado por la opinión pública de su tiempo, hasta el punto en que una intriga palaciega lo condujo a su asesinato.
Hoy el objeto de escarnio es Enrique. Mañana serán “ya sabes quien” o José Antonio o Ricardo, como lo fueron Ernesto, Felipe o Vicente.
Imagínate si tú estuvieras sometido a descalificativos atroces en tu desempeño profesional.
Agrandados al extremo tus deslices, errores, decisiones, despreciados tus aciertos, minimizados tus logros.
¿Qué autoridad moral o real te quedaría para afrontar tus responsabilidades? ¿Qué poder de convocatoria? AMLO pareció entenderlo cuando hace un año, ante la visita de Trump, pidió respiro para un Peña linchado por la opinión pública.
Cierto es que “la palabra conmueve pero el ejemplo arrastra” y que nuestros gobernantes solitos se hunden.
Pero el castigo social debe darse en las urnas, en la participación y en la denuncia fundamentada, no en los memes soeces que falsean la verdad.
Pareciera como si con injuriar nos bastara para enfrentar la realidad.
Celebro la ley que castiga estos abusos (aunque debemos cuidar que no se convierta en censura como puede ocurrir).
El humor es una buena válvula de escape. El meme de “la nave del volvido” es genial.
Pero hay otros cuyo único pro- pósito es vulnerar a la autoridad y propagar rumores.
Si no nos gustan éstos u otros servidores castiguemos a sus partidos en las elecciones.
Curioso es que haya miles de memes en las redes, pero ninguna denuncia ante instancias judiciales. Si robaron, desviaron o mataron, que se les encarcele.
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