Este es un cuento de hadas. Su protagonista es una mujer nacida en Texcoco, en el Estado de México, en el seno de una familia humilde. Tiene el rostro petreo y moreno, la mirada esquiva. Ríe por cualquier cosa, como si en esas pequeñas convulsiones buscara seguridad o se le ocurriera alguna argucia. Ha sido perseverante, desde niña tuvo la fijación de sacar las mejores notas aunque eso significara mirar con el rabillo del ojo las respuestas de sus compañeros a los exámenes y, por supuesto, reproducirlas. Español y Matemáticas fueron su coco porque en las otras materias le iba “requetebién”, como le respondía a su madre cuando le inquiría al respecto. Se llama Delfina Gómez Álvarez, nunca le gustó leer y en cuestión de números siempre buscó atajos.
Como todo cuento de hadas, éste tiene duendes y animales que hablan. No existe una princesa en este caso, pero sí hay una secuencia inverosímil de sucesos gracias a los que Delfina Gómez escaló de la sencillez de una educadora hasta ser funcionaria y luego gobernadora de su tierra natal. Pero hay que repartir bien los créditos: esto se debe a su astucia y denuedo, y a sus amigos también: ratas y puercos, que le abrieron camino. Además, ha tenido un apoyo decisivo. Esta historia rocambolesca basa su éxito en el impulso que recibió de un ogro que se alimenta del resentimiento del pueblo y que se ha erigido como su encarnación.
La maestra es una hada. Con su varita mágica trasladó la creación académica ajena a sus tesis de licenciatura y maestría. Como presidenta municipal de Texcoco, transfirió recursos del erario a las arcas del partido populista en el que a milita y se embolsó ingentes sumas de dinero al autoliquidarse por medio de una “gratificación extraordinaria”. Las autoridades penalizaron a Morena por esas faltas graves pero aún así, nada la detuvo. Entre su risilla persistente, gruñidos de cerdos y chillidos de ratas, Delfina Gómez pudo asociar su ignorancia con las personas sencillas y con esa empatía se situó al frente de la Secretaría de Educación Pública, comenzando 2021. Hizo un desastre, claro, pero con su facilidad para esconder las cifras logró evadir las observaciones que le hizo la Auditoría Superior de la Federación por 830 millones de pesos. Esta vez, la hechicera hizo lo que parecía imposible: reportó gastos para mejorar planteles sin que hubiera evidencia de reparaciones e informó sobre la compra de equipos de cómputo que nunca existieron.
Sin embargo, el truco más sorprendente de Delfina Gómez fue que, en lugar de estar presa, su ogro benefactor la ungió como candidata al gobierno mexiquense. Para asegurar la victoria, el ogro hizo que Alfredo Del Mazo, entonces mandatario de la entidad, le cediera el paso nombrando a una candidata del PRI pusilánime y tramposa, como Alejandra Del Moral. Fue tan eficaz la operación del ogro que no sólo sacó avante al hada: hizo que más tarde, en las elecciones federales de 2024, Del Moral se uniera a las filas de su mayor favorecida, Claudia Sheinbaum.
No obstante la buena fortuna de la maestra Gómez, no existe aquelarre capaz de ocultar su ignorancia, y deshonestidad. Las mismas personas que en las urnas cedieron al embrujo de su presunta humildad y honradez, están siendo testigos de la debacle desde que asumió como gobernadora, en 2023. La decepción alcanzó la cima cuando el hada tardó más de un mes en aparecerse en las inundaciones de Chalco que tuvieron a los pobladores nadando en la mierda. Esa tragedia obedece, primero, a que desde la cúspide de la administración, cerdos y ratas engañan a la gobernadora y hacen negocios privados con las arcas públicas. Luego a que la maestra nunca podrá plagiar creatividad e imaginación para gobernar. La inseguridad está desbordada y decenas de miles de enfermos sufren la falta de atención médica.
Resta decir que, como todo cuento de hadas, este sí tiene un final feliz. Al menos para la maestra, que sigue recibiendo el aplauso del ogro.
