La ciudad de Houston suele presentar en febrero una temperatura promedio máxima de 19 grados y mínima de 8 grados. O al menos así era hasta hace unos días, cuando el termómetro alcanzó -15.
Me enteré por mi madre, quien me llamó para contarme que mis tíos –que viven en Houston– llevaban un día sin luz y sin calefacción, y que habían logrado comunicarse con ella gracias al recurso de conectar el celular a su automóvil. Habían intentado pasar la noche en un hotel pero las tarifas por noche alcanzaban los miles de dólares. Regresaron a casa, a dormir con los abrigos puestos. No pueden volver a México: los dos aeropuertos de la ciudad siguen, aun al momento de escribir esto, cerrados.
Una fuente a lo largo de Aldine-Westfield en Bellchase Drive luego de una nevada nocturna el lunes 15 de febrero de 2021 en primavera. Brett Coomer / Houston Chronicle
A la mañana siguiente entré a internet para ver las imágenes. El Houston Chronicle me enfrentaba a una ciudad cubierta de nieve, desierta de gente y de vehículos, apocalíptica. Su desolación me remitió a aquellas imágenes de un Charlton Heston que recorre íngrimo las calles de un Los Ángeles abandonado en The Omega Man (1971), película que tiene por título en español Cuando el destino nos alcance.
Al parecer, ya nos alcanzó.
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El frente frío afecta buena parte del territorio de la Unión Americana, leo en el New York Times, que ofrece, además, una explicación climatológica del fenómeno:
Las tormentas invernales se ven influidas por muchos factores pero el calentamiento planetario parece ser parte de esa ecuación helada, aun cuando el cambio climático esté haciendo los inviernos más clementes en general. El aire asentado sobre el Ártico está bajando hacia el sur de los Estados Unidos como resultado del debilitamiento de la corriente en chorro que circula alrededor de polo y que suele contener el aire gélido del vórtice polar.
Hay evidencia de que el calentamiento global está debiltando la corriente en chorro y permitiendo que el aire frío escape hacia el sur, especialmente cuando una explosión de calor adicional golpea la estratósfera y defoma el vórtice. El resultado pueden ser temperaturas a la baja, incluso en emplazamientos rara vez tocados por el hielo.
O sea que sí: es el calentamiento global.
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Fin de semana en casa. (¿Hay de otros?) Rentamos 12 monos (1995) de Terry Gilliam, película que tanto a Eunice como a mí nos gustó mucho, y nos perturbó más, cuando la vimos de estreno por primera y hasta ahora única vez. En aquel entonces, lo que nos inquietaba era el borgesiano discurso sobre el tiempo en la historia de un hombre que viaja de 2035 a 1996 sólo para ser testigo de su propia muerte. Hoy lo de menos es una narrativa que es posible resignificar como premonición de lo que ahora vivimos. (En una secuencia magistral, Madeleine Stowe y un Bruce Willis de vuelta del futuro ven la Vértigo de Hitchcock en una sala de cine. “La película nunca cambia”, musita él: “no puede cambiar. Pero cada vez que vuelves a verla parece distinta porque tú eres distinto. Ves cosas diferentes”.)
Así para nosotros con 12 monos, ambientada en un universo en que, tras la propagación de un virus invisible, hipercontagioso y mortífero, la humanidad se ha visto diezmada y obligada a vivir en confinamiento, en este caso subterrráneo. Para salir a la superficie, es menester aislar el rostro para evitar el contagio. Afuera las tiendas, los edificios, las calles moran en el abandono. Una subtrama apunta a la catástrofe ambiental como uno de los posibles orígenes de esa pandemia. Y, en efecto, es una película en la siempre hace frío.
Es la misma cinta que ambos vimos en 1995: no puede cambiar. Pero ahora parece distinta porque todo es distinto. Y escalofriante porque también todo lo es.
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México ha renovado su compromiso con las energías fósiles. El virus sigue rampante. (Al escribir esto, los muertos oficiales suman 175 mil.) La vacunación tarda, a falta de estrategia (a no ser electoral). Hay cortes eléctricos en la mitad del país. Y para mañana se prevén bajas temperaturas.
Houston, nosotros también tenemos problemas.
Instagram: nicolasalvaradolector
