Las gallinas doradas no se mueren, las matan

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Mañana Donald Trump se convertirá en el cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos. El magnate pone en ridículo a la política, a las encuestas, a la influencia de los medios tradicionales, a la retahíla de “el pueblo no se equivoca”.


A partir de mañana México y el mundo conocerán una nueva potencia regida por los intereses de siempre, pero con formas inéditas, bruscas, majaderas, cortoplacistas, rentistas, locales, proteccionistas.


México padece como ninguna otra nación la incertidumbre que un personaje como Trump provoca en la antesala del poder, pero nuestras angustias no son gratuitas ni fortuitas.


En 4 años que corren del actual sexenio, 3 personas han sido canciller: Meade, Ruiz Massieu y Videgaray. La embajada de México ante la Casa Blanca ha sido ocupada por 4 representantes: Medina Mora, Basáñez, Sada y Gerónimo Gutiérrez, quien apenas va por ratificación y beneplácito.


Entre el primer embajador y el segundo la representación quedó acéfala 5 meses. Desde noviembre el Instituto de Mexicanos en el Exterior está sin director.


Rotación y ausencia de personajes clave frente a la relación bilateral más importante del país, revelan indefinición y mal cálculo, lo que explica, en parte, las sorpresas, lo reactivo de una diplomacia desprovista de insumos cualitativos consistentes.


Doce años de gobiernos panistas y cuatro del PRI fueron insuficientes para detectar riesgos en la salud del TLC. Ningún funcionario del área económica pensó en darle mantenimiento preventivo al padre de todos los acuerdos comerciales.


Como en otras cuestiones de la vida, a veces menos, es más, si bien hoy el país tiene suscritos muchos intercambios comerciales, queda claro que el más importante es el que cumple 23 años y no sabemos si habrá de conmemorar alguno más. El TLC está en peligro de muerte, hoy parece que se nos puso enfermo de la noche a la mañana. Nos faltaron prevención, olfato, visión.


La unidad como deseo y como mantra social no se consigue a base de repetir y pedir, repetir y pedir. Como ninguna otra, esta administración nació (producto de su talento) con un sorprendente bono de unidad política manifestado en el Pacto por México.


Sin embargo, 12 reformas estructurales y dos años después la cohesión que permitió al gobierno del Presidente Peña Nieto operar se diluyó, se transformó en lo opuesto.


Las gallinas que ponen huevos de oro, de petróleo, de acuerdos comerciales con poderosos vecinos, no se mueren solas, no se acaban así como así: las matan la incompetencia, la desmemoria, la corrupción y la ausencia de costos democráticos y legales.


En la víspera del black friday hay que revisar y corregir, retomar aquello que funcionó y convocar la unidad sí, pero a partir del ejemplo, de la probidad, de la austeridad. Entonces la creatividad, el ingenio, el talento y el carácter nos sacarán adelante.



 


Este artículo fue publicado en La Razón el 19 de enero de 2017, agradecemos a Carlos Urdiales su autorización para publicarlo en nuestra página.

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