El talento suele nacer con la oportunidad bajo el brazo: diez escritores jóvenes cubanos escribieron un cuento cada uno sobre la Cuba de los días cercanos a la muerte de Fidel Castro. Cal y Arena los publicó y hoy son presentados en la FIL de Guadalajara.
Son cinco escritoras y cinco escritores incluidos en Desde la isla, compilado por Caridad Tamayo. Tratan sobre una Cuba de desclasados y marginales, convictos y exconvictos, gente que se prostituye, que roba, que se droga, que mata… de cubanos de hoy.
Todos viven en Cuba, lo cual es un valor agregado porque desde fuera es fácil criticar al sistema político que impera desde 1959, el cual nunca ha estado de luna de miel con las reseñas de la realidad que no sean sobre la realidad de cartón piedra inventada por el gobierno.
En Anestesia, Agnieska Hernández (Pinar del Río, 1977) arranca con un párrafo profético: “Ésta, es la última lágrima que cayó en La Habana. Sonó como un ¡glim!… Cayó, saltó. De mis ojos. Sonó como un puaf. Como un track. Sonó como un panfletazo. Como un martillazo”.
La protagonista hace todo lo que al parecer puede confluir en un joven cubano de estos tiempos de fin de la utopía, en los que todo se vale siempre que no signifique luchar contra el sistema:
“Ustedes no deberían picarse, no deberían raparse, no deberían acostarse hembras con hembras ni varones con varones, no deberían usar punzones en los bolsillos, no deberían ver pornografía, ustedes no deberían gritarse, ustedes no deberían ser tan animales…
“Que la marihuana te engancha: lo sé. Que la heroína te da sobredosis: lo sé. Que no juegue por dinero: lo sé. Que el cigarro y el alcohol dan vicio: lo sé. Que el trabajo fortalece al hombre: lo sé. Que con la policía no se discute: lo sé. Que el hambre pasa, pero la deshonra no: no lo sé”.
Ojo: son expresiones, palabras que apenas si se usaban en la literatura cubana. Como aconsejaba Gertrude Stein a Hemingway, eran inaccrochables: “Es como un pintor que pinta un cuadro y no puede colgarlo en público y nadie se lo va a comprar porque tampoco pueden colgarlo en una habitación”.
Pero ellos las escriben. Por ejemplo, en Caballo muerto, de Raúl Flores (La Habana, 1977), el narrador vive dentro de un caballo muerto debido a la escasez de vivienda. La imaginación del autor es temeraria porque a Fidel Castro se le conoce como El caballo. Y este caballo está podrido.
Son temas sórdidos, grotescos, esperpénticos, que antes formaban parte de la literatura cubana subterránea, pero hoy es tendencia, el camino natural de quienes escriben ficción en medio de una sociedad descompuesta, de un sistema político fracasado.
En el que sólo libros como Desde la isla salvarán la memoria.
(Desde la isla, Joven narrativa cubana es presentado hoy a las cinco de la tarde en el Salón Alfredo R. Placencia, planta alta, Expo Guadalajara. Presentan: Rafael Rojas y Rubén Cortés. Modera: Carlos Olivares Baró).