“El PRI con su pluralidad es muy fuerte, pero el PRI, plural y unido, es simplemente invencible”, dijo hace poco Enrique Ochoa Reza, hablaba el líder tricolor de la contienda por la gubernatura del Estado de México. Pluralidad y unidad, dos condiciones harto difíciles de lograr de cara al 2017.
Gasolinazos. Las gasolinas subirán de precio a partir del 1 de enero, por más explicaciones que el secretario de Hacienda nos dé sobre la competitividad internacional que subsiste para el país en materia de precios internacionales y la explicación de que ahora ya no es el gobierno quien decide el precio, este golpe a los bolsillos de los mexicanos no tiene razonamiento suficiente que aplaque el malestar social que despierta desde ya.
No hay unanimidad posible, ni dentro del PRI ni fuera de él que construya un discurso frente al enojo social, ahí la pluralidad rayará en la fractura.
¿Unidad? Y Ochoa Reza sabe lo que ocurre fuera del discurso partidista. Se habla de un grupo de mujeres priistas que va desde Beatriz Paredes, María de los Ángeles Moreno hasta la exprocuradora del consumidor y contendiente derrotada en Aguascalientes, Lorena Martínez, como asistentes a una comida organizada para delinear el llamado “cuarto polo” que impulsa Dante Delgado de MC para apoyar a Miguel Mancera como el abanderado sin partido para el 2018.
Nutridos grupos priistas que fueron fracción en algunas legislaturas pasadas se reúnen periódicamente para analizar y proponer líneas políticas nacionalistas, cuadros destacados que han sido desterrados por el eje Toluca-Pachuca de cargos y posiciones de poder. La Re-na-ta (reserva nacional de talentos) del PRI se nutre y crece en membresía, trabaja al tiempo que señala al primer círculo del Presidente de aislamiento y discriminación.
Manlio Fabio Beltrones, último líder del PRI independiente a los “hombres del presidente”, empuja con insistencia la idea de un gobierno de coalición como la salida más cercana a los problemas por falta de representatividad y contrapesos en gobiernos que emanan de minorías y que, sobre la marcha, se reducen a plutocracias partidistas. La idea del sonorense está atorada, no se le ve ruta legislativa pero permea entre círculos concéntricos al poder.
La vieja nomenclatura tricolor sobreviviente, caciques sindicales y feudales, recibe mantenimiento financiero y político, algunas candidaturas y manga ancha en presupuestos, canonjías y tolerancia vía fideicomisos inexpugnables sin embargo, esa vieja y joven gerontocracia aporta cada vez menos control, garantiza nada.
El PRI es hoy, y no se ve cómo cambie eso, un instrumento del Presidente Peña Nieto y de su consejero, Luis Videgaray, para caminar hacia una alianza tácita con parte del panismo afín a Felipe Calderón para detener a López Obrador en su tercer embate. De ahí al “invencible” que sueña Enrique Ochoa, hay un trecho largo y complejo.