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Es común especular con la idea de los superpoderes, jugar con la fantasía de poseer una capacidad que trasciende las propias. Entre las potencias más deseadas por el hombre regular está la posibilidad de ser invisible. Quienes en algún momento de nuestras vidas (me atrevo a pensar que existe un amplísimo grupo que podemos llamar casi todos) hemos sido ignorados, o tratados con negligencia el “poder” resulta aterrador, y es que habría que pensar que no basta con poseer una suerte de inmunidad, sino de saber controlarla y que no actúe a la contra. Algo que supieron muy bien personajes como Midas cuyo toque de oro fue su perdición, o Tántalo que al querer ser el mejor anfitrión de un banquete a los dioses se enfrenta eternamente a desear sin saciar su sed o hambre.

El primer dispositivo de invisibilidad que recuerdo es el casco de Hades, debido a su cualidad emanada del propio poder del inframundo, su nombre de pila alude a su capacidad de pasar inadvertido. Parece lúgubre pero es cierto, la muerte con su caso o desnuda hasta el cráneo ronda nuestras vidas amenazandonos con desaparecer, nadie sabe cómo ni cuándo pero lo cierto es que la muerte griega o mixteca no habita las profundidades sino que camina entre los vivos unas veces con más hambre y otras no. Por ello es que siendo tan hábil con su casco cada día olvidamos esa cifra inmisericorde que se engorda cada vez más pero el casco del buen Hades es tan hábil que nos hace ya disimular. Tenía el poder de hacer invisible a quien lo usara desde Atenea o Perseo, confiere invulnerabilidad y potencia. De su alegoría surge la corona como insignia de la cabeza del gobierno.

Y ciertamente es la dirigencia una profunda inmunidad que hace parecer que como Gengis con su anillo, de todo te puedes librar. Nos dice el Diccionario de los símbolos: “puede convertirse en disimulo cuando se es corto de visión”. Es la ética en voz de Platón y su República quien a cuento trae también la invisibilidad. Pues recuérdese que era Giges, un pastor que al encontrar un anillo de invisibilidad, abusó de su poder sedujo a la reina y mató al rey, para apoderarse del reino. Glaucón (el hermano de Platón) hace referencia a la leyenda para fundamentar que el poder corrompe a todo hombre que sólo es bueno por castigo de la ley o por conveniencia individual.

Platón lo contraviene con el concepto moral: “es peor cometer una injusticia que padecerla” .Lo mismo hace Cicerón pues considera que la injusticia destruye el alma y con ello carcome a la polis por completo. El anillo, capa o casco son insignias del poder que “hace invisible”, a la persona incapaz de ser libre, por tanto se corrompe irremediablemente. El Anillo de Tolkien otorga la invisibilidad pero de igual modo, deprava a su portador.

Lo más triste de este nuevo casco de invisibilidad es que provoca que el dirigente se haga cada día más inconsciente, deja de ver al pueblo y al oponente, pierde rumbo y traiciona a toda su gente. Esconde el pensamientos de este hombre que ha empeñado el alma por su sed de poder convertido en el dios de los muertos, los que ignora y los que no quiere ver. Así ha ido desapareciendo a las mujeres, a los niños muy enfermos, a los intelectuales y a todo lo que huele a libro, a sus propios paisanos y deambulando como muerto, atraviesa las aguas sin poderse ni mojar.

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