Fidel Castro no es una abstracción

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Fuera de Cuba, Fidel Castro es una abstracción; lo es aun con las más encendidas pasiones que suscita, tan prolijas en adjetivos. Pero el Comandante deja de ser una entelequia cuando las cifras de antes de 1959 contrastan con el supuesto milagro propagado por la Revolución antiimperialista, pero me refiero a las cifras que uno mira en las calles de la Habana de carne y hueso, donde la educación universal salta hecha pedazos con choferes de taxi, pescadores y padrotes, o meseros, maleteros sino es que vendedores de tabaco y ron o simplemente desempleados. Saltan hechos añicos los datos de la salud cuando no hay medicinas o esos que aluden al deporte cuando no hay espacios para desarrollarlo. Vale decir, se desploma la independencia supuesta frente a Estados Unidos cuando el discurso oficial en Cuba elude la responsabilidad propia y acusa al embargo de los problemas que padece.

 

 

 

Fidel Castro deja de ser una abstracción en el miedo de una sociedad que no puede hablar sin ser vigilada, en el racionamiento que impide comer carne o pescado más que una o dos veces al mes; en las filas para todo: comprar helados, recibir la mísera despensa, entrar a los restaurantes, tramitar el pasaporte, usar computadoras… Deja de serlo entre vendedores de lo que sea, la discriminación contra los negros y los ramilletes de putas allá en el Capitolio, en la Quinta Avenida (sí, como en Nueva York, Cuba tiene su Quinta Avenida); allá a un lado del cine Riviera, en la esquina de los helados Coppelia, donde sea, dice el humor cubano, si solo tienes dos o tres dólares toca cualquier puerta.

 

 

 

Acá en México, el Comandante sigue siendo una abstracción, motivo de lucro político y pose para exhibir convicciones que supuestamente se sitúan por encima de los demás, como si fueran ejemplo de lucha o perseverancia y principios: “patria o muerte venceremos” aclaman, declaman orgullosos de sí mismo desde la comodidad de un sillón democrático donde todas esas barbaridades y más pueden decirse (y qué bueno), sin ser encarcelados. Pero ese Fidel abstracto en México se concreta cuando desde el “Hasta siempre Comandante” se desprecia a la democracia, tenemos una izquierda primitiva que desprecia a la democracia en nombre de una abstracción que es, simultáneamente, una realidad estrujante en Cuba. Sí, porque la democracia en las dictaduras revolucionarias no tiene quien le escriba.

 

 

 

A veces la fortaleza humana frente a la adversidad se expresa en el baile y en el canto, y eso sucede a menudo en Cuba. Como en todos los sitios las personas sonríen y andan el camino cotidiano, pero aquí en la Isla su rostro tiene una impronta que no he visto en otras ciudades del mundo, sus gesticulaciones tienen un ritmo musical, una cadencia y una sensualidad que atrapa y seduce. Nos fundimos con ellos gracias a ese vigor emocional y a esa cadencia del corazón y la cadera, a ese tumbao que tienen para sobrellevar un eterno oleaje inclemente y al mismo tiempo mirar al sol y sentir la piel erizada entre el agua del cuerpo y la luz del día.

 

 

 

Por eso me gusta este video. No me importa la propaganda (digamos que hago una suerte de abstracción); me atrapan los aplausos de la gente, los balbuceos cantarines de la negra, las manos arriba ondeando junto a las nubes de la tarde. Me maravilla el relojero, la chica que anda por el Capitolio rumbo a la tienda de electrodomésticos que no tiene mercancía, y me detienen las viejas gordas que mueven las caderas, todas esas miradas que a final de cuentas registran lo hermoso que es la vida:

 

 

 

 

“Ojala se te acabe la mirada constante

 

la palabra precisa, la sonrisa perfecta,

 

Ojala pase algo que te borre de pronto”

 

 

 

 

Se acabó la mirada constante y la palabra precisa del jefe de la nación cubana. Fidel Castro encarna una de las experiencias más fascinantes y estrujantes del siglo XX, representa lo que los hombres son (somos) capaces de hacer para transformar los sueños en pesadillas sí, pero ello no significa de ninguna manera dejar de soñarlos ya sea por temor, indiferencia e incluso menosprecio a la gesta que pretenda un mejor estadío para los seres humanos. Y es que la muerte del dictador registra la agonía de la izquierda autoritaria y también es un signo del avance de la derecha por todo el mundo, una derecha implacable, revestida de realismo y profundamente autoritaria.

 

 

 

 

 

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