febrero 22, 2025

Compartir

Ricardo Anaya habla inglés y francés; Anaya dice que ha defendido a México lo mismo en Estados Unidos (a donde envió a sus hijos y esposa estudiar y a vivir un año) que ante Canadá.

Ricardo Anaya dispone otra vez de millones de spots (más de ocho) para continuar promoviendo su imagen, las no explicadas gestas ante acciones extranjeras hostiles; total, los primeros spots venden al joven de mundo, no a un congruente guardián de la patria, amante de la formación integral gringa.

Los problemas de Ricardo Anaya no son las buenas cifras que muestra en las primeras encuestas, levantadas tras su imposición como candidato; tampoco lo serán las cuotas cedidas al PRD en el Congreso federal para comprar, que no garantizar, el apoyo de tribus amarillas en bastiones perredistas. Tampoco la sangre azul derramada en su conquista interna le ha pasado factura.

Los problemas de Ricardo Anaya son el desprestigio intramuros que crece con cada acuerdo no cumplido, con cada excusa esgrimida, continúan con la idea que gobernadores emanados del PAN estarían mejor con él que con Meade o López Obrador como presidente. La efectividad de Ricardo Anaya para determinar su derrotero pasará por fuego, ácido y angustias mayores.

Su campaña comienza con el optimismo de estar capitalizando hartazgo social, errores ajenos, corrupción priista y populismo pejista, pero ocultando la deuda de gobiernos muéganos como el que propone en Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Nayarit y Tlaxcala, entidades tomadas por coaliciones PAN-PRD, pero tan deficientes en resultados finales como los peores feudos priistas.

Ricardo Anaya tendrá que construir propuestas menos genéricas para votantes más escépticos, sumar voluntades que le van a exigir cumplir porque hay vientos fundamentales que ante asomo de traición, cambian de dirección y empujan otras naves; y eso en el PAN, lo saben bien.

Para José Antonio Meade, el problema no es mostrar al ciudadano capaz y honesto, al funcionario de excelencia; tampoco sumar simpatías en sectores ilustrados.

Los problemas para José Antonio Meade inician con el desprestigio consistente del PRI como membrete político. La coalición que lo lleva a cuestas no sufre de incongruencias mayores como la de Morena-PT-PES, tampoco el carnaval ideológico- discursivo del Frente de Ricardo Anaya.

Pepe Meade cuenta con todo el respaldo, debido o no, del aparato federal en materia de promoción social, mover a México, una vez realizadas las reformas estructurales que tirios y troyanos pidieron desde hace décadas, debería ser para el no priista impulso suficiente para despegar tan pronto inicie el nuevo y crucial año. Pero no parece serlo.

Las métricas económicas no son iguales a las sociales; las cifras no cuadran con los ánimos, y eso lastra a Meade. Pero acaso más relevante es garantizar que el viejo y destartalado PRI opere a su favor, sin esa base electoral; las sumas que suscite el ciudadano Meade serán insuficientes, y ése sí, es un problema terminal.


Este artículo fue publicado en La Razón el 26 de diciembre de 2017, agradecemos a Carlos Urdiales su autorización para publicarlo en nuestra página.

Autor