Gil odia el Día del Amor y la Amistad, pero reconoce que ese odio le deja a los estúpidos un tema muy importante de la vida como el amor. Gilga caminó sobre la duela de cedro blanco y encontró este libro de Andrés Gallina y Matías Moscardi: Diccionario de la separación. De amor a zombie, publicado por la editorial Eterna Cadencia. Entonces Gamés celebra al revés este día de amores desdichados. Aquí vamos:
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El olvido es un dormitorio “desprovisto de reloj despertador”, nos dice Ambrose Bierce en su Diccionario del Diablo. Si todo sujeto posamoroso tuviera un botón en la nuca para borrar ciertos recuerdos, a la larga, tarde o temprano, caería en la tentación de presionarlo y acceder así a un sueño eterno, sin despertador, en la habitación del olvido.
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La pérdida de la otra persona hace que su esencia se nos presente de manera constante; es el negativo de una foto: escuchamos su voz retumbando como un disparo en la noche del cerebro. Podemos incluso percibir su aroma. En efecto, el sentido del olfato se agudiza después de una separación. El cerebro demanda oler ese perfume familiar, cotidiano, como si nuestras células pudieran a gritos paladear, por medio de las fosas nasales, un resto del humo adictivo del otro; o en palabras de Onetti: “Como se vuelven en horas de crisis al refugio seguro de una manía, de un vicio”.
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