febrero 24, 2025

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Después del debate, no se me ocurre nada sobre las elecciones. Todo sigue sin forma ni contenido. Grisura infinita por todos lados. Nada de veras valioso se ha agregado a las campañas. Todo quedó otra vez en ya veremos. Ni mejores sentimientos ni ideas más claras sobre los puntos clave. Hay que esperar el efecto en las encuestas y no olvidar que hoy día las encuestas y la ouija casi son la misma cosa.

Quien ya sabemos López no ha mostrado en público los prediales, prueba contundente de que los departamentos no son de veras suyos, sigue sin palabra de honor y ya dejó ver el cobre de sus ambigüedades totalitarias. Primero con su insolencia ante las ideas y efectos del debate, después con su berrinche de querer censurar la serie Populismo, cuando él dice que lo anoten en la lista de los populistas, y luego con el derrape de su jefe de cultura, Taibo II… Si no le salen las cuentas, expropiará, y si le reclaman, encarcelará sin derecho a la amnistía; comenzará, supongo entonces, con los “compañeros de viaje” que ahora se encargan de decir que no hará lo que siempre ha dicho que sí hará. Sobre advertencia no hay engaño.

Meade no ha podido hacer otra propuesta llamativa después de lo de los departamentos que no sbe reclamar más, Anaya guarda bajo perfil, siente que va bien, y se arropa en sus masas, el Bronco sigue chistoso como quedó y Zavala regresó como si nada a su neblina gris. Lo demás es silencio.

Si ya hace seis años se hizo sentir fuerte, ahora resulta más inquietante la ausencia de medios de altura en cuestiones de política, todo se conserva en el ruido y la volubilidad del comercio y el espectáculo. No hay periódicos ni revistas con sustancia, los medios electrónicos peor andan. Poca información útil y mucha habladuría hueca, mucha opinión especulativa y poca reflexión investigadora; por no hablar de las noticias falsas y los bots. Contradecir por contradecir y apoyar por apoyar, ideología, sólo bla-bla-bla ideológico.

FOTO: ANDREA MURCIA /CUARTOSCURO.COM

No hay medios ni revistas donde la reflexión se eleve del chisme y la moralina, no hay en dónde poder valorar las elecciones como administración pública y política racional. No hay donde considerar fríamente las emociones y bajar los enojos inconscientes. Y convocar a tal tipo de debate reflexivo y moderado, como lo ha hecho etcétera, no recibe respuesta alguna. Ni a favor ni en contra. Mal síntoma. Por eso nuestra democracia es imperfecta, por eso no logramos acordar mejor justicia y mayor equidad. Es lo que ahora debemos cuidar, que haya más diálogo político y menos pelea de gallos.

Cuando más es lo que está en juego y cuando más libertades hay para efectuar una elección política en México, menos interés parece haber por llevar la discusión a lo político más deseable, casi todo se queda en demagogia (decir mentiras a quienes se creen lo que sea), y en eso que ahora llaman “guerra sucia” y que son las marrullerías de los grillos de siempre.

Son contados los contactos de la opinión pública con los candidatos, los ven de lejos, a favor o en contra, pero desde lejos, nadie consigue convocar más debates públicos, nadie los hace dialogar y debatir como demócratas conscientes. Las mesas de análisis sólo reafirman lo ya dicho y muy sabido, refuerzan ideología, pero no hacen pensar por cuenta propia. Nos falta discurso democrático. Nos pesa horrores el dogmatismo oscurantista del catolicismo vaticano y jesuita.

Pero no faltan, eso sí, las opiniones particulares lúcidas, hay una constelación amplia y diversa de periodistas efectivamente independientes analizando lo que ocurre e impulsando el discurso y la acción hacia lo más demócrata posible. Desde todos los bandos y puntos de vista; pero en esta ocasión con mayor independencia que nunca quienes han optado por ser periodistas autónomos de verdad. Hay islas de juicio crítico independiente, lunares de discurso lúcido, como los ha habido siempre. Cada quien reconoce sus referentes y no haré proselitismo por ninguno. Lo que entonces se nota es que, como siempre, la opinión pública democrática tiene una presencia minoritaria en la política real, sólo integramos una minúscula élite intelectual, con poco efecto en las masas.

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