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Hace pocos días, en el diario italiano La Repubblica, publicó un interesante artículo el prestigioso periodista Ezio Mauro, que fue durante muchos años director de ese mismo periódico y también de La Stampa. Se titulaba “La larga marcha de la cosa negra” y comenzaba con estas líneas: “Una vez desaparecida la izquierda, existe el peligro de que desaparezca también la derecha, sustituida por esa “cosa” negra que alza muros, nacionaliza los derechos, administra las fronteras, selecciona a los más débiles para excluirlos, vuelve a discriminar en nombre de la raza.

Todo el mundo parece resignarse a esta nueva expresión política que fulmina los precedentes porque cambia desde la raíz el código del discurso público, pone patas arriba su lenguaje, transforma la postura de los protagonistas, abate los límites de lo consentido, anima al instinto a tomar el micrófono para competir con la razón. Y en todo el mundo esa “cosa”, que aún busca su verdadero nombre moderno, es ya con toda evidencia la forma más simple y por tanto más accesible de la política, por tanto la forma de la simplificación y de la satisfacción sin responsabilidad, la que mejor se adapta al consenso universal en estos tiempos difíciles de juicios sumarios”.

Creo que esta larga cita de Ezio Mauro merece la pena, porque señala muy bien la amenaza que hoy se cierne sobre las democracias vigentes en el mundo actual, desde luego no tan numerosas como quisiéramos. Esa “cosa” negra que aún no tiene un nombre convincente aunque nos esforzamos por darle muchos tomados del pasado (populismo, nacionalismo radical, neofascismo…) no sólo está en vías de fagocitar a los partidos tradicionales de la derecha sino que también se alimenta de los restos de la izquierda ilustrada y se nutre de muchos de sus antiguos seguidores, hoy alucinados por esa oscuridad en marcha. Cuenta con el eficaz apoyo de las incontrolables —al parecer— redes sociales, auténtica sentina de las peores pasiones y de los resentimientos y pánicos más brutales. La “cosa” aparece en muchos lugares pero actualmente es especialmente ominosa en Europa, un continente que sabemos muy influenciable por los voceríos totalitarios que aparecen marcando el paso y sacando pecho en los momentos de crisis económica y social.

El próximo año van a tener lugar unas elecciones al parlamento europeo que pueden ser especialmente decisivas. En prácticamente todos los países que concurrirán a ellas hay representación activa de esa “cosa” que nos preocupa, unas veces con retórica tomada de la extrema derecha pero otras de la extrema izquierda. Y, ay, se complementan bien.

Más información en: La Crónica de Hoy

 

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