La fórmula uninominal como sistema de representación en los Congresos siempre arroja una mayoría desproporcionada, por ello buena parte de las democracias en el mundo consideran el sistema de representación plurinominal. Como ya explicó José Woldenberg, si en 2012 en el país nada más hubiéramos tenido 300 distritos, el PRI con el 31.93% de los votos habría alcanzado el 54.66% de los escaños (164 de 300), es decir, una sobre representación que no corresponde con la pluralidad política expresada en las urnas.
Sugerir la desaparición de las plurinominales como una fórmula de ahorro implica en realidad una regresión del país a 1977 cuando la reforma política promovida por Jesús Reyes Heroles comenzó la transición democrática según los historiadores más serios, entre otras razones, por implicar un diseño de representación que integró a todas las fuerzas políticas. La óptica del ahorro en desdoro de la democracia es propia de discursos populistas que suprimen las instituciones por un supuesto beneficio de austeridad (organismos procuradores de derechos humanos o de la transparencia pública gubernamental, por ejemplo) y junto con ello implica al PRI la posibilidad de recuperar la mayoría en el Congreso mediante una representación artificial. El sistema de representación plurinominal evita esa desproporción.
En agosto de 2014, César Camacho Quiroz aseguró que los votantes de Enrique Peña Nieto se movilizaron en su favor, entre otras motivaciones, para que desaparecieran 100 diputados y 32 senadores de representación proporcional. Más allá de la evidente grieta argumental, lo que quiero subrayar es que la propuesta del PRI no es nueva sino que resurge con el obvio propósito de parapetarse en el hartazgo ciudadano con la política y los políticos y plantear la propuesta que al partido lo dejaría en mejores condiciones de representación (el ahorro no es significativo pero aunque lo fuera) al ganar mediante una reforma no lo que no ha obtenido en las urnas.
La representación plurinominal comprende el reto de los legisladores de construir mayorías, como sucede en América (con excepción de Venezuela) y Europa, es decir, implica revalorar las virtudes políticas aunque a eso siempre renuncia el enfoque populista de la misma ya que ese enfoque se considera como la única opción. Qué ironía, la propuesta del PRI es la del diseño institucional que hay en Venezuela.
