febrero 22, 2025

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Ludwig van Beethoven nació en Bonn el 16 de diciembre de 1770, y dicen que murió el 26 de marzo de 1827. Sin embargo, el compositor alemán mantiene una vigencia notable, que inspira, influye y se mantiene presente en el centro de los repertorios, pero que trascendió definitivamente los muros de la Academia para impregnar la cultura popular.

Aquí, cinco claves para entender el porqué de la popularidad de uno de los artistas más geniales que dio la historia de la humanidad.

1: Una revolución en forma y contenido Nacido en el período clásico, en el que surgieron o se consolidaron formas canónicas, y discípulo de algunos de los más grandes exponentes de esta estética, Beethoven se apropió de estos moldes y rápidamente comenzó a innovar y a expandir sus fronteras. En todos los géneros, el compositor concretó -de manera progresiva o drástica- revoluciones tanto en los aspectos formales como en el tratamiento de los materiales y los medios.

Muchos testimonios dan cuenta de las quejas que motivaba en cantantes e instrumentistas una escritura sin precedentes para la época, no solo por las dificultades técnicas que planteaba sino también por un sonido y un concepto claramente adelantados a su tiempo y alejados de la tradición clásica. Su discurso se convirtió -por voluntad pero también por necesidad- en una bisagra que asumió la plena expresión de las ideas y dejó por completo de lado las convenciones, las posibilidades de los intérpretes contemporáneos y el gusto del público.

2: Laboratorio de ideas El carácter por momentos experimental de la música de Beethoven se pone de manifiesto en la ópera, la música sinfónica y especialmente la música para piano solo y para ensambles de cámara. En efecto, estos dos últimos ámbitos fueron para él un auténtico laboratorio, en el que -gracias a su propia excelencia como pianista y a la complicidad de intérpretes de su confianza, como los violinistas Ignaz Schuppanzigh o Joseph Böhm, líderes de las agrupaciones que estrenaron algunos de sus desafiantes cuartetos para cuerdas- amplió las fronteras de la estética clásica y abrió un horizonte nuevo.

Prueba de que su ideal sonoro estaba proyectado hacia el futuro es, por ejemplo, el interés que manifestaba en la mejora de los fortepianos y su mecánica; esto escribía Beethoven a Johann Andreas Streicher en 1796: “En cuanto a la manera de tocar, el fortepiano sigue siendo indudablemente el menos estudiado de los instrumentos: a menudo uno tiene la impresión de estar escuchando un arpa. Y me alegra, querido amigo, que usted sea uno de los pocos que comprenden e intuyen que con un pianoforte también se puede cantar, si se tiene necesidad”.

3: El ruido y la furia Desde finales de la década de 1790, Beethoven ya padecía el peor de los males que un músico puede sufrir: la pérdida de la audición. A partir de entonces, sus esperanzas de triunfar en la sociedad artística de su tiempo se desvanecieron, tal como él mismo lo manifestó en el Testamento de Heiligenstadt, de 1802, dirigido a sus hermanos pero encontrado recién después de su muerte.

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