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Levantarse de madrugada nunca tiene mucha gracia. Pero al payaso Arthur Fleck ya no le interesa divertir. Todo lo contrario: adora infligir dolor y frustración, devolverle al mundo el tormento que él sufrió. Así que quizás el clown habría disfrutado de la angustia que reinaba este sábado en la Mostra de Venecia entre sus secuaces: el show empezaba a las 8.30, pero a las 7 ya se formaron colas ante la sala. Y, en la fila, surgían sustos y temores: nadie quería quedarse fuera del circo. En el festival de cine más antiguo del mundo, el filme más esperado del concurso era un largo de Hollywood sobre el archienemigo de Batman. El mundo al revés. Cosas de Joker.

Al fin, el clown más macabro tiene una película solo para él. Una obra peculiar, que nada tiene que ver con sus odiados superhéroes. Y un éxito de miedo, a juzgar por las primeras reacciones. Cuando menos, la interpretación de Joaquin Phoenix fue aplaudida por unanimidad. Hicieron falta meses para convencerle. Se dice que adelgazó hasta 23 kilos para el papel. Pero el transformista del séptimo arte ha podido con la maldición de Joker. El rol que atrapó a Jack Nicholson, fue el legado de Heath Ledger y descarriló a Jared Leto le queda como su traje morado: a medida. En cuanto Phoenix apareció en la sala de prensa, fue ovacionado. “Para mí la clave, el atractivo de esta película, era un acercamiento totalmente nuestro. No me basé en ninguna otra interpretación del personaje”, dijo.

Sin embargo, el actor queda por encima de la película. Joker cuenta los orígenes del mal, en cómo un anodino aspirante a cómico, al que su madre ha educado para “dar risas y alegrías al mundo”, se convierte en un despiadado asesino. Al principio el director, Todd Philips (Starsky & Hutch o la saga de Resacón en Las Vegas), tiene demasiada prisa por llevar a su personaje hacia la oscuridad. Tras empujar a su criatura hacia la sombra, el cineasta decide cuidarle más. Entonces emergen secuencias e ideas más interesantes: el mundo es igual de culpable, por dar la espalda a un marginado que pide comprensión y recibe puñetazos. “El peor lado de la enfermedad mental es que la gente se espera que te portes como si no la tuvieras”, escribe Fleck en su oscuro diario. Un discurso integrador, un dedo apuntado hacia todos. Si no fuera porque el propio Philips se recrea en esa enfermedad y sus consecuencias para volver más inquietante a su personaje. En el largo, además, Joker deviene en símbolo de una revolución de los inadaptados. Pero ni su creador parece creer a fondo en esta vía: “Las películas son a menudo espejos de la sociedad, pero este no es un filme político”.

Más información: http://bit.ly/2kdOs0q

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