”He decidido hoy desatar una revolución … Estoy harto de las promesas incumplidas”, dijo Abderrazak Zorgui mirando a la cámara en un mensaje grabado el pasado lunes y que colgó enseguida en las redes sociales. Veinte minutos después, se inmoló. Zorgui, un joven periodista en situación laboral precaria, murió a causa de las quemaduras mientras era atendido en el hospital. Con su trágica acción, pretendía emular a Mohamed Buazizi, el vendedor ambulante cuyo suicidio desencadenó la revolución de 2011. A pocos días del octavo aniversario de la huida del sátrapa Ben Alí, la conflictividad social se ha disparado en Túnez.
La decisión de Zorgui, de 32 años, no respondía solo a la desesperación provocada por su situación personal, sino que tenía una motivación política enmarcada en el sufrimiento de toda una generación de jóvenes parados sin expectativas de futuro. “Hay gente que no tiene absolutamente nada. Hay regiones sin un duro. Hay gente que está muerta aunque estén vivos”, comenta en su vídeo, colgado en las redes sociales y ampliamente compartido. “Voy a protestar solo. Me voy a inmolar y si alguien llega a encontrar un trabajo gracias a mí, estaré encantado… Quizás el Estado va a reaccionar”, añade.
Su suicidio tuvo lugar en la Plaza de los Mártires de la ciudad de Kasserine, capital de una de las provincias más pobres del país. Precisamente en una región colindante, Sidi Buzid, con una problemática social parecida, fue donde saltó la primera chispa revolucionaria en 2011. La muerte de Zorgui ha provocado una reacción de rabia entre los jóvenes en Kasserine, donde se han registrado enfrentamientos con la policía durante los dos últimos días. Según fuentes policiales, una treintena de personas han sido detenidas. Si bien han sido de menor intensidad, también se han registrado disturbios en las zonas de Teburba y Jebeniana, donde un muchacho intentó inmolarse, pero lo evitaron los otros manifestantes.
La enorme desigualdad entre las provincias costeras y las del interior del país fue uno de los detonantes de la revuelta contra el régimen de Ben Alí, cuya propagación a otros países de la región dio lugar a las llamadas “Primaveras Árabes”. A pesar del éxito de la transición a la democracia en Túnez, los habitantes de las zonas y barrios marginados se quejan de que nada ha cambiado para ellos después de la revolución. En lugares como Kasserine, la tasa de paro juvenil supera el 50%, duplicando la media nacional.
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