Las tres preocupaciones tienen fundamento. Pero eso no significa que, como afirma el director ejecutivo de Facebook, la empresa deba publicar falsedades deliberadas y perjudiciales en sus anuncios políticos.
La semana pasada, Zuckerberg habló en la Universidad de Georgetown para defender la decisión de su compañía de permitir que las campañas paguen para promover sus mentiras. Los principios subyacentes a la charla eran nobles. Sin embargo, obviaron la pregunta esencial, que no es si Facebook debería ser generoso con el discurso político, sino si debería permitir que incluso el contenido más obviamente falso tenga alcance ilimitado.
Ciertamente, una empresa privada no debería decidir qué información puede ver el público sobre sus líderes. Es por eso que Facebook debería —y lo hace— permitir que los candidatos digan lo que quieran en las publicaciones diarias. Pero con los anuncios, Facebook ofrece a los candidatos una mano amiga, no una mano justa. El sitio está aceptando dinero para aumentar las publicaciones en los feeds de grupos de usuarios cuidadosamente seleccionados. Esta es una receta para el engaño y la polarización, especialmente porque ya se sabe que los temas incendiarios generan más interacción con la audiencia y, a su vez, un aumento de visibilidad.
Estos mecanismos desmantelan las declaraciones de Zuckerberg de que su empresa debe permanecer neutral: Facebook, en este momento, no es neutral. Y la campaña que esté más dispuesta a distorsionar —en lo que va del año, es la del presidente Trump— cosechará los beneficios de los sesgos algorítmicos del sitio.
No sorprende que Facebook prefiera no ponerse en la posición de decirle “no” a Trump. Los conservadores se quejan cada vez más de una “censura” inexistente, amenazando con legislar límites sobre atesoradas protecciones legales. Y si bien Facebook ha demostrado que puede vigilar que los anuncios políticos no contengan blasfemias, la veracidad es más difícil de evaluar.
Más información: https://wapo.st/32VEZvA