Recomendamos: Por qué hay que tener cuidado con el rejuvenecimiento (y otros retoques) en el cine

Compartir

Luchar contra el tiempo ha sido siempre la gran batalla de la humanidad. Ser eternos, perennes, inmortales. Quizás no nos imaginemos a nosotros mismos como el villano de Indiana Jones y la última cruzada en busca del Santo Grial, pero no creáis que las cremas antiarrugas, los filtros beauty de Instagram o ligarse a jovencitas con veinte años menos están tan alejados de lo que atormentaba a aquel personaje: el fin, la irrelevancia, la muerte. Y hasta que alcancemos la posibilidad de hacer realidad esos sueños, solo hay un lugar donde el tiempo puede detenerse y perdurar para siempre: las imágenes, y, muy especialmente, el cine. No solo porque conserven viva la memoria de aquellos que ya no están, y aquellos que jamás existieron, sino también porque los avances tecnológicos han perfeccionado la balsamificación de los cuerpos, y ahora las películas viven más que nunca inmersas en un Madame Tussauds.

La magia de Hollywood era poder ver a Robert de Niro en la gran pantalla en 2019 como si fuese un muchachín. A sus 76 años. Así ha ocurrido en El irlandés, la nueva película de Martin Scorsese, que recorre diferentes etapas de su personaje sin necesidad de recurrir a los habituales cambios de actor. Ahora, De Niro puede ser un veinteañero y un octogenario sin despeinarse. Solo hay que tocar algunas teclas en posproducción y… Voilà! Eterna juventud. Bueno, más o menos. No se puede negar la incomodidad que produce ver esta versión digitalizada del actor, más habiendo crecido viendo el verdadero aspecto de la misma en películas como Malas calles Taxi Driver. Y es más: si esa tecnología hubiese existido en los años 70, Marlon Brando podría haber sido rejuvenecido digitalmente para interpretar a Vito Corleone en El Padrino II y De Niro nunca hubiese realizado uno de los mejores papeles de su carrera. Paradojas curiosas.

El rejuvenecimiento digital, técnica de absoluta actualidad en la industria norteamericana, tiene sus pros y sus contras. Como todo. Verla en pleno rendimiento con Samuel L. Jackson en Capitana Marvel nos hizo soñar con sus infinitas posibilidades, pero experiencias más extrañas como las de Jeff Bridges en Tron: Legacy o Linda Hamilton en la reciente Terminator: Destino oscuro nos crearon dudas sobre si realmente estábamos yendo por buen camino desde que, en 2006, X-Men: La decisión final pusiese la primera piedra en el camino (Patrick Stewart e Ian McKellen fueron los primeros de la historia en recibir este tratamiento facial digital). Este año ha marcado el verdadero punto de no retorno con esta tendencia (se unen en diferentes niveles Géminis de Ang Lee o It: Capítulo 2 de Andrés Muschietti), y toca preguntarse tanto sus cuestionables resultados como, en definitiva, su razón de ser.

Más información: http://bit.ly/38ng5bB

Autor