Jackson y Polanski, casos paralelos

Compartir

La solución del caso Polanski no tendría que ser tan compleja, en la medida en que se cumplan una serie de condiciones. No hay que perder de vista que en California la legislación es particularmente inflexible en casos de presunta violación y pedofilia, como quedó ejemplificado en los dos casos referentes a Michael Jackson (1993 y 2003). Las acusaciones contra el “Rey del pop” tienen importantes y sorprendentes paralelismos con el caso Polanski.

En 1993, Evan Chandler, padre de Jordan, que en ese tiempo tenía 13 años, acusó a Michael Jackson de abuso sexual del menor. Jordan afirmó que él y Jackson habían participado en actos que incluyeron besos, masturbación y sexo oral, proporcionó, además, información sobre las características de los órganos genitales del cantante. Previamente Evan Chandler había buscado una indemnización de parte de Jackson, con la amenaza latente de que una negativa de su parte implicaría que el caso sería llevado a los tribunales. El cantante no aceptó la extorsión, de manera que negó ante las cortes todos los cargos, si bien las autoridades, buscando la manera de probar que Jordan decía la verdad, ordenaron que Jackson se sometiera a un humillante examen físico, incluyendo sus órganos genitales para verificar dicho testimonio. En enero de 1994, los abogados de Jackson llegaron a un arreglo con la familia Chandler por 22 millones de dólares fuera de los tribunales y el caso se cerró cuando Jordan se negó a testificar, por lo que las autoridades cerraron la investigación y los cargos contra Jackson terminaron.

En 2003, nuevamente Jackson estuvo en el ojo de la tormenta, esta vez por acusaciones de acoso sexual contra el niño Gavin Arvizo, también de 13 años. Los cargos incluyeron el suministro de un sedante al menor, secuestro, intento de mantener cautiva a toda la familia Arvizo para evitar las acusaciones, y manipulación de los órganos genitales del niño. Las acusaciones, plagadas de inconsistencias, más las historias de extorción en que los padres del niño estuvieron involucrados en el pasado, determinaron que Jackson fuera exonerado de todos los cargos.

Igual que Jackson, Roman Polanski enfrenta la acusación de haber violado a una menor de 13 años, previa administración de un sedante. En un primer momento, igual que hizo Michael Jackson, Roman Polanski acudió a los tribunales para responder por las acusaciones. Inclusive se le dio permiso de cumplir compromisos cinematográficos en Europa -a Jackson se le dio autorización para cumplir con responsabilidades profesionales en Londres, si así lo deseaba, pero el “Rey del pop” prefirió quedarse y continuar con el seguimiento del caso en Estados Unidos, algo que quizá Polanski también debió hacer.

Ambas luminarias padecieron por la cobertura que sobre su comportamiento hicieron los medios. Michael Jackson, por ejemplo, aceptó que entre mayo de 2002 y enero de 2003, el periodista Michael Bashir rodara el documental Living with Michael Jackson, sobre la vida cotidiana del “Rey del pop”. En el documental aparece Gavin Arvizo explicando que Jackson lo ayudó a salir adelante a pesar del cáncer que lo aquejaba. El cantante explicó que Arvizo varias veces durmió en su cama y que numerosos niños también lo hicieron, pero nunca con intenciones sexuales. Justo después de que el documental se dio a conocer, la familia Arvizo acusó a Jackson de acoso sexual. Puede ser que Jackson cometió una imprudencia al hacer este documental cuando años antes había enfrentado un juicio por pedofilia. Lo mismo aplica a Polanski, cuando, estando en Europa mientras el juez Rittenband preparaba su caso, se hizo fotografiar con chicas muy jóvenes en actitud desafiante.

La principal diferencia entre los casos contra Michael Jackson y el que enfrenta Román Polanski, es que el primero optó por enfrentar las acusaciones y buscar soluciones. Jackson pudo emigrar de Estados Unidos, pero no lo hizo, porque, como buen estadounidense, sabía de la importancia de limpiar su nombre y poner fin a los procesos legales, a todas luces desgastantes. No fue sencillo para él, a juzgar por las adicciones que desarrolló y las depresiones que, según sus amigos cercanos, padeció. Asimismo, a pesar de su virtuosismo artístico, los medios se encargaron, hasta su muerte, de insistir en el tema de la pedofilia, acusación que, desafortunadamente, todavía pulula en el ambiente con todo y que no se le pudo demostrar nada. Nunca quedó exonerado del todo a pesar de que se defendió en los tribunales.

Por 32 años, Polanski ha logrado evitar un juicio por pedofilia. Huyó de los tribunales, se privó de viajar a donde quisiera, por temor a ser extraditado, y ahora, contra su voluntad, seguramente será llevado ante las cortes para responder por el delito que cometió, y por no haber permanecido en Estados Unidos para conocer personalmente el fallo del juez Rittenband. En todo este tiempo, llegó a un arreglo con Samantha Geimer, logrando inclusive el perdón de ella. Sin embargo, no corresponde ni a Geimer ni a Polanski resolver este litigio. Las acusaciones que sobre él pesan son muy serias y sin duda han afectado su carrera profesional, tal vez no tanto como a Michael Jackson, pero la enorme diferencia de opiniones sobre lo que hizo, no es un tema menor e inclusive da pie a que, quienes lo defienden, también experimenten acusaciones. Es el caso del ministro de Cultura de Francia, Frédéric Mitterrand, quien, luego de reconocer su homosexualidad y sus viajes a Tailandia por razones de turismo sexual, fue acusado de pedofilia y la oposición pidió su renuncia al cargo.

Por lo tanto, todo parece indicar que la mejor defensa de Roman Polanski está en manos de él mismo. Si él, por ejemplo, se anticipa al papeleo para su extradición y acepta voluntariamente viajar a Estados Unidos para defender su caso, tendrá numerosos atenuantes. En primer lugar, aceptó su culpa. En segundo lugar, la conducta arbitraria de Rittenband, debidamente documentada, es otro elemento a su favor. En tercer lugar, el perdón de la víctima, se puede formalizar ante los tribunales, claro, siempre que ella acepte comparecer -algo que no es seguro, debido a que como ella mismo lo afirma, no puede tener una vida tranquila mientras este caso continúe-. Los agravantes que enfrenta Polanski, además del veredicto final por la acusación de violación de una menor, es su partida de Estados Unidos, en previsión de que el veredicto lo pusiera en prisión por largo tiempo, debido a una antipatía personal del juez Rittenband. Desafortunadamente no es la primera vez que las preferencias personales y el protagonismo en los medios, obstruyen la ley.

El fiscal de distrito del condado de Santa Bárbara durante los juicios contra Michael Jackson, Thomas Sneddon (frustrado porque en el primer caso, el del niño Jordan Chandler, ya no se pudo proseguir con el caso contra el “Rey del pop”), 10 años más tarde, en el segundo juicio se refería a Jackson como Wacko Jacko (Jackson el loco) y apenas se había iniciado el procedimiento jurídico con las primeras acusaciones de la familia Arvizo, Sneddon ya declaraba eufórico ante los medios “ahora sí ya lo atrapamos”.

Y a propósito de los medios, la falta de ética profesional parece ser la norma en estos casos. No tardan, por ejemplo, en comprar los derechos de transmisión del juicio contra Polanski y también los de la celda que ocupará. Aphrodite Jones, quien escribió el libro La conspiración de Michael Jackson, explica, con lujo de detalles, las inconsistencias de la familia Arvizo en el caso de 2003, detalla que diversas cadenas de televisión trataron de adquirir derechos de acceso y transmisión de la celda que ocuparía Michael Jackson, aun cuando el juicio ni siquiera había comenzado.

En medio de todas las inconsistencias citadas, es importante finiquitar el caso Polanski, para la tranquilidad de ambos, del cineasta y Samantha Geimer, y para que, pese a todo, se haga justicia, aun cuando, como se ve, no es ni el primero ni el último caso que involucra a algún famoso -y a la pedofilia-, aunque es posible que sea el más longevo. Por eso es necesario que concluya.

Autor