La corrupción, EPN y AMLO

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A partir de la detención de Javier Duarte la sociedad debate si de verdad la corrupción en México se combate o se consiente, si las detenciones de uno, dos, tres, ocho exgobernadores investigados y seis tras las rejas pueden calificarse como una pantomima.


Gobierno manchado por la presunción de arreglos indebidos con contratistas amigos, la confirmación de universos financieros lejanísimos entre gobernantes y gobernados alcanza nota de queja con el lamento presidencial, “ningún chile les embona”, alusión al neurótico mal humor social; si atrapan a Duarte porque lo atrapan; si no, porque no.


Sospechas aparte y especulación incluida, la caída de Javier Duarte, los procesos abiertos al otro Duarte, a Medina, y la reclusión de Yarrington, Reyna, Ríos, Granier y Padrés son hechos, llanos, simples, comprobables. Andrés Manuel López Obrador, que es más vivo que un dolor de muela, se monta en el descontento popular y lo azuza, adjetiva a Duarte, el jarocho, como chivo expiatorio y con ello lo exonera.


Increíble pirueta mental con un solo propósito, satisfacer su vocación de ser la novia de la boda, el niño del bautizo, el difunto del velorio; AMLO se anticipa y dice que a Javidú lo agarraron para pegarle a Morena, a él. El compló ha vuelto.


¿Pensará López Obrador que Fuenteovejuna espera que el mentiroso preso en Guatemala revele que financió una campaña para impedir que ganara quien hoy gobierna Veracruz? Vaya imaginación.


De Duarte, en todo caso, se espera que detalle financiamientos a campañas triunfadoras y mayores, de redes con familiares y excolaboradores que hoy gozan de fuero como diputados.


Se espera, en todo caso, que Duarte sirva como caso emblemático, para demostrar que, a pesar de los yerros y las pifias gubernamentales, la corrupción y la impunidad se combaten, que los pronósticos para 2018 con el PRI en tercera posición no le son ajenos a las decisiones del poder, con todo y el riesgo de destapar más cloacas.


Nadie puede pedir al Presidente Peña Nieto que responda por la honestidad ajena, los cuestionamientos sobre la propia ya le han costado lo que en proyecciones demoscópicas pagan él y el PRI.


López Obrador se desentendió de Bejarano, Ponce e Ímaz, esposo de su favorita para gobernar próximamente la CDMX. AMLO no pagó facturas por cercanísimos colaboradores, ludópatas, estrellas de videos que ni ligas olvidaban.


De 2000 a 2006 su gobierno no atrapó ni peces, ni charales. No desmontó poderes corporativos o burocráticos. Un hecho, por lo menos, contrastante.


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Este artículo fue publicado en La Razón el 20 de abril de 2017, agradecemos a Carlos Urdiales su autorización para publicarlo en nuestra página.

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