Lo dijo con todas sus letras en su toma de posesión, no me reelegiré. La prohibición constitucional está ahí, pero detrás hay mucho más que un precepto. La no reelección es un principio que explica nuestra historia en el siglo XX, incluidos un millón de muertos. ¿Por qué decirlo, por qué hacerlo explícito? Hay un motivo muy concreto: la sospecha ronda.
Esa sospecha está minando la paz interior de muchos mexicanos. A qué país te irías, es algo que se escucha cada vez con más frecuencia. España, Chile, Canadá; es increíble que hablemos de ello. Lo va a intentar, dicen unos; no, responden otros, no tiene la edad ni las fuerzas. ¿Es paranoia o hay hechos que fundamentan la sospecha? Al mirar el mundo nos encontramos con varios casos muy sonados. Se habla poco de China porque no es una democracia. Que allí los líderes se perpetúen es lo normal. Pero hay otras novedades. El señor Putin podría llegar, sin problema, a 24 años en el poder. Lo mismo con Erdogan en Turquía. En Egipto, las cosas no van mejor. En teoría, esos países se encaminaban hacia la democracia, se hablaba de olas democráticas.
Pero ya no estamos en ese momento histórico. Freedom House, la misma institución que acreditó el avance de normas democráticas en las últimas décadas del siglo pasado, ahora prende las alarmas. Hoy hablamos de democracias iliberales. Hay, además, una terrible novedad. Se pensó que, al lograr elecciones libres y competidas, se garantizaba la continuidad democrática. Pero cada vez son más frecuentes los casos de reversión democrática. Gobernantes que entran por la puerta de la democracia y desde el poder hacen lo necesario para perpetuarse. En nuestro vecindario, América Latina, hay varios ejemplos paradigmáticos. Castro encabezó una revolución contra un dictador —la que tanto admira la presidenta de Morena— para convertirse en otro dictador. Hoy, el caso más sonado es Venezuela, con dos décadas de autoritarismo y dictadura. Pero qué decir de Ortega en Nicaragua o Evo Morales en Bolivia. Ése es el contexto de la sospecha.
Por eso es tan relevante la declaración del llamado Grupo de Lima, en la cual una docena de países del continente, de Canadá a Chile, desconocen la legalidad y legitimidad de las perversas elecciones con las cuales Maduro pretende seguir gobernando en Venezuela hasta el 2025. El círculo virtuoso se genera cuando países que cumplen con los cánones democráticos exigen respeto a las libertades políticas básicas, ésas que Maduro quebrantó, una a una, sin excepción. México, después de décadas de lucha democratizadora, ya pertenece a ese club y puede exigir. Sin embargo, el gobierno declinó sumarse argumentando el principio de no intervención, esa vieja fórmula que facilita la evasión de un compromiso democrático proactivo.
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