Un poco raro: todavía no se ha depositado un voto y Liópez ya quiere ser recordado como un buen presidente, así lo dijo en su discurso el día en que aceptó por tercera vez en su vida ser candidato a la Presidencia de la República. “No mentir, no robar y no traicionar al pueblo”, esta tercia de ases rige el planeta de Morena. Liópez se ha definido como un hombre necio: “Soy terco, es del dominio público, obcecado, perseverante o como suele llamarse a quienes defienden ideales, principios o alguna causa (…) Con terquedad, con necedad, con perseverancia, rayando en la locura, de manera obcecada, voy a acabar con la corrupción”. Rayando en la locura, no, por favor. Ponerse loco no sirve ni en política ni en ninguna otra actividad. ¿Un perseverante es un obcecado? ¿Se trataba de una licencia lírica? Mejor no hagamos boleros a la hora del discurso culminante. Liópez ofreció el oro y el Moro, la hora de las complacencias: garantizó la libertad de prensa y la protección a quienes trabajan en los medios de información. ¿Pero cómo, la libertad de prensa estaba en peligro? Se sostendrá el régimen de concesiones vigentes: no habrá censura. Servidos, señores, dejen de jeringar, como decía la extinta madre de Gil, habría dicho Liópez. El candidato se comprometió a evitar la discriminación y el respeto absoluto a la diversidad sexual, a la libertad de pensamiento y creencias. Señores, señoras y señeres del LGTBXYZ, no fastidien con el partido confesional al que se alió Liópez (lió, lió).
Entigrecido por el caudal de promesas, el candidato insistió en que impulsará una amplia consulta, principalmente con las víctimas, para ver la posibilidad de dar una amnistía a los infractores que opten por la readaptación. Total un ofrecedero: libertad, paz, tranquilidad, justicia. Le faltó ofrecer belleza, bondad y todas las abstracciones que usted quiera y mande.
‘El Joven Maravilla’
Ricardo Anaya, El Joven Maravilla, se convirtió en el candidato de la coalición Por México al Frente. La verdad sea dicha, nadie le daba al Frente posibilidades de nada. Todos, incluyendo a Gamés, pensaban que ese frente estaba condenado al fracaso. En el Auditorio Nacional, los militantes, algunos de ellos, de PAN, PRD y MC respaldaron a Ricardo Anaya. Santos milagros Batman, aquí estamos. Parecía un sueño en ciudad Gótica. Dicen los que saben que Anaya es muy bueno en el ted talk, dicen los que saben. Que habla muy bien, en corto, que no se le escapan los conceptos, que no habrá venganza, pero sí justicia, “el que la hizo la paga”.
A duro y dale: México no necesita un Mesías con ínfulas de perdonavidas, sino la aplicación inequívoca de la ley. Anaya dice: crecimiento sostenido a base de ser más competitivos (…) además de la urgencia de reconstruir el tejido social corroído por la delincuencia organizada a fin de darle a los jóvenes prosperidad y desarrollo y de atender la necesidad demandante de la sociedad de recuperar la seguridad de las familias mexicanas”. O sea, la tierra de la gran promesa. Les prometo todo.
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