Tres meses antes de su inicio formal, la disputa electoral de 2021 se ha puesto en marcha.
Con la revelación de un supuesto plan opositor para arrebatar a Morena la mayoría en la Cámara de Diputados, el presidente Andrés Manuel López Obrador puso a rodar la pelota y sus adversarios han decidido hacerle segunda.
Para el mandatario, entrar de nuevo en modo campaña, cuando apenas acaba de cumplir 18 meses en el poder, tiene una serie de motivaciones.
La primera es lo que mejor le sale. O, en todo caso, lo que más le gusta hacer. En campaña, López Obrador se siente como pez en el agua.
En año y medio ha dejado ver que gobernar no es su actividad favorita. Ni la tediosa labor administrativa ni la construcción de consensos ni consolar a los dolientes ni representar al país en el exterior están en su agenda. Lo suyo es la tribuna, la polémica, el desquite, el impulso de sus causas y la recreación de la historia, todo lo cual se logra más en el marco de una campaña.
A Antonio López de Santa Anna, la Presidencia tampoco le sentaba bien. De las once veces que ocupó el Ejecutivo, sólo pasó cinco años, siete meses y siete días sentado en la silla. Lo que le complacía era ser el factótum de las decisiones, lo cual implicaba dejar la comodidad del Palacio para irse de campaña, aunque en el siglo XIX las campañas eran militares.
La segunda razón por la que López Obrador decidió adelantar la lucha por el 2021 es porque los contrastes que suele hacer funcionan mejor en una contienda electoral que a la hora de gobernar.
Para resolver problemas, se requiere sumar a quien piensa distinto y, en política, eso sólo se logra dando algo a cambio. Para López Obrador, negociar es transar. Peor aún: como ha tachado de corrupto a todo aquel que no piensa como él, no puede acordar con sus adversarios, tiene que doblarlos.
La tercera razón es de sobrevivencia política. Las obras y los programas prioritarios del gobierno federal requieren financiamiento. Perder la mayoría en la Cámara de Diputados implicaría que sus adversarios fijen a su antojo el Presupuesto de Egresos de los últimos tres años del gobierno, un tiempo clave para terminar lo que se ha propuesto y asegurar que quien lo suceda en la Presidencia no lo someta a la misma hostilidad que él ha tenido para sus predecesores.
El Presidente intentó estar en la boleta de 2021 con su iniciativa de revocación de cargo. Temerosa de que ello le facilitaría renovar la mayoría oficialista en San Lázaro, la oposición se opuso y logró que la consulta de revocación se realice en 2022.
Pero ahora, López Obrador logró colarse subliminalmente en la contienda. El miércoles de la semana pasada dio a conocer un documento que, a decir suyo, fue entregado de manera anónima en Palacio Nacional y que supuestamente da cuenta de un plan denominado Bloque Opositor Amplio (BOA).
Aunque no se logró demostrar la autenticidad de dicho proyecto, el documento quedó ahí como un cebo… hasta que alguien mordió el anzuelo.
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