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lunes 23 diciembre 2024

Recomendamos: Caso Parque Hundido: ella le mostró su homofobia y lo presentó como “golpeador de mujeres”, por Arturo Ramos Ortiz

por etcétera

Las redes se volcaron contra él y llegó al punto de temer salir de casa y de preparar un viaje a 600 kilómetros de la Ciudad de México para sentirse seguro. Todo empezó como un altercado menor de corredores en el Parque Hundido hasta que la mujer que se había referido a él y a su pareja como “pinches jotos” cuando se encontraban haciendo ejercicio, lo acusó de ser un misógino que había agredido sistemáticamente a mujeres corredoras.

Aun en ese punto todo era un conflicto menor que derivaba de que ella corría en sentido contrario a los demás corredores (un acto de descortesía entre quienes se ejercitan así en pistas callejeras) y que había originado un encontronazo final de frente en el que hubo jaloneos.

“Esto va a acabar con un apretón de manos”, decía R a su pareja cuando aparecieron las primeras acusaciones en redes sociales luego del conflicto. Después vio que López Dóriga respaldaba las acusaciones y pedía a las demás víctimas aparecer y denunciar a “este criminal”.

No apareció una sola víctima más de aquel que era presentado como un despiadado y sistemático misógino; su acusadora era una mujer que en su currículum incluye el trabajo en favor de derechos de las mujeres. Justo por esto último, R pensó que no pasaría de allí, que el apretón de manos era factible, “es algo que sucede porque venimos del confinamiento”, sostenía aún y su pareja lo respaldaba.

Pero el linchamiento en internet creció y rápidamente se convirtió en amenazas de encontrarlo y golpearlo. La mujer que se hizo aparecer por víctima de una agresión surgida de la nada, con quien compartido la pista muchas veces, dejó que lo convirtieran en “un golpeador de mujeres” buscado afanosamente.

La mujer señaló (o dejó que todo mundo pensara) que había recibido un puñetazo directo a la cara y que el agresor se había molestado sólo porque iba en el mismo carril. No mencionó nunca sus reacciones homofóbicas hacia la pareja antes del incidente, ni tampoco el choque final por ir en sentido contrario; tampoco el cruce de palabra final y las expresiones nuevamente homofóbicas que le propinó a R; ni los jaloneos y zarandeo a quien se refería como “puto” y tampoco mencionó que de los intentos de R por liberarse había surgido un golpe en la cara de la mujer (involuntario, asegura R, y en cualquier caso no de un puñetazo).

El linchamiento virtual estaba suelto y, por ejemplo, Carlos Jiménez, personajes de redes y un continuo violador de derechos de ciudadanos en fotos que la policía le proporciona (imágenes de niños a los que tacha de delincuentes, personas acusadas por policías pero que no pueden ser enjuiciadas luego de detenciones arbitrarias, ciudadanos muertos en accidentes viales que se ven exhibidos, ellos y sus familias, sólo por el morbo de ver sangre y por esta costumbre de la policía de circular fotos al mejor postor) hicieron el resto de la labor. R comenzó a esconderse.

Crónica ya había ubicado a R y a su pareja y conocido su versión desde el inicio del problema. “Esto se va a arreglar yendo por las vías oficiales”, confiaba R, quien se presentó a Conapred, al MP en un par de ocasiones. Tampoco estaba prófugo, pero no quiso usar la difusión masiva que a él le estaba costando su desprestigio. “No puedo hacer lo mismo que me están haciendo”.

Obstinadamente (a juicio de quien esto escribe) decidió no difundir su versión hasta tener listas las denuncias por homofobia ante Conapred y ante el Ministerio Público. Incluso atendió la denuncia de la mujer (mientras las redes seguían haciéndolo aparecer como prófugo) y constató que la gravedad de las acusaciones en internet no estaban reflejadas en la denuncia ante MP: allí sólo se le acusaba de amenazas, ni siquiera se le acusaba de haber golpeado a alguien, lo que le hizo pensar que había dolo en el manejo del asunto y que el apretón de manos ya no era tan viable. Señala que no se dio cuenta de que la mujer se llevó un golpe en el rostro, pero que está dispuesto a responder por aquella acción involuntaria. No obstante, ahora quiere que ella explique su homofobia y hasta donde fue ese prejuicio lo que la motivó a señalarlo como lo hizo.

Él y su pareja han vivido no sólo el camino recorrido por la comunidad gay para que sus preferencias personales no intervengan en la valoración de su trabajo, sino que también los llevó a congeniar e involucrarse en los temas de género.

Crónica preguntó explícitamente a la pareja por qué esperar a las instancias oficiales en lugar de aclarar el asunto o al menos dar su versión, defenderse y exponer la homofobia previa de la mujer como uno de los detonantes del conflicto.

– Sus amigos, quienes les conocen, deben estarse preguntando por qué no hacen nada, cómo pueden dejarse acusar así y dejarse linchar en redes, ¿por qué no aclararlo en redes si allí surgió el problema mayor

– Pues por eso, porque quienes nos conocen saben lo que hemos hecho por los derechos de las minorías. No vamos a llevar eso a los linchamientos en internet; nos parece que algo grave en esto, además de la homofobia que es un delito, es que se haya banalizado el tema de la agresión a las mujeres para poder linchar a alguien con quien se tuvo un conflicto de otro tipo.

La pareja fue más lejos, buscó a abogadas para que las representaran en las denuncias por homofobia. Deseaban superar la incredulidad inicial que podían mostrar al solicitarles que representaran a un hombre acusado de golpear mujeres, pero pensaron que así quedaría claro lo que deseaban exponer ante quienes se interesan de fondo por estos temas.

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