¿Hay historias privadas y públicas al mismo tiempo? No lo sé, pero les aseguro que tengo una y la voy a poner en este breve espacio. En algún momento del año de 1990, corríjanme, una parte de la comunidad cultural mexicana le dirigió al entonces presidente Salinas una carta abierta para que no se desprendiera de todos sus medios de comunicación. La consecuencia de esa carta, cuyos responsables de publicación eran Carlos Monsiváis y Héctor Aguilar Camín, fue la creación del Canal 22.
Después de ires y venires, grillas y grillos, José María Pérez Gay se convirtió en el director de ese canal. Lo acompañaba de cerca en los trabajos directivos Fernando Solana Olivares; más tarde, apoyaban al director Roberto Gavaldón, Gonzalo Garita y Ernesto Velázquez, si no mal recuerdo. Después de innumerables adversidades burocráticas, el canal empezó sus transmisiones y, para sorpresa de propios y ajenos, se convirtió en una canal de gran calidad.
Ernesto Zedillo ratificó a mi hermano en la dirección del Canal 22, logrando así algo que debería siempre caracterizar al Estado cultural: el espíritu transexenal. Es muy probable que ustedes recuerden a Miriam Moscona y a José Gordon como las caras visibles de su noticiario cultural y a la programación de entonces como una novedad nunca antes vista en la televisión mexicana. Si exagero será por obvias razones, pero no lo creo.
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