El jueves en Guadalajara comenzó la descomposición violenta del país. Violencia política y criminal. No va a ser nada fácil para la oposición quitarle el poder a la 4T.
Obviamente coordinadas por manos obscuras del poder estuvieron el asalto al Palacio de Gobierno en Jalisco y la agresión a edificios particulares, coches y tiendas en Polanco, en la Ciudad de México.
Se les va a salir de las manos el clima de violencia que de manera verbal y física alientan el Presidente de la República y los operadores de Morena.
La muerte de Giovanni López fue un crimen perpetrado por policías municipales se Ixtlahuacán de los Membrillos hace poco más de un mes, y sus autores están siendo detenidos y procesados.
Pero el gobierno federal, su partido y su maquinaria de propaganda han hecho una campaña para desestabilizar con violencia al más importante líder de oposición, que podría unir al PAN, al PRI y demás fuerzas contrarias al gobierno de López Obrador.
Había otro antes que él, pero ya no está: Rafael Moreno Valle.
Manos de Morena y sus peligrosos aliados están en lo ocurrido en Guadalajara y en Polanco. Jueves y viernes.
Esas coincidencias en política no existen. Además, por las fotos, pintas, videos y declaraciones públicas se les reconoce.
Hoy en El Financiero se publican algunos nombres y grupos. Faltan los aliados criminales, pero son del dominio público.
A Enrique Alfaro le mandaron agitadores profesionales a incendiar la calle, que lo mismo aparecen en la capital jalisciense por “la muerte Giovanni”, que organizan mítines en Mexicali para cerrar una fábrica de cerveza a punto de inaugurarse.
¿A poco ellos se pagan el boleto de un lugar a otro, estancia, alimentos y movilización?
Y gastan sus ahorros porque creen que el gobernador Alfaro es culpable de un crimen cometido por agentes municipales de Ixtlahuacán de los Membrillos.
¿Van espontáneamente a Baja California a agitar porque piensan que Constellations Brands puede limitar el flujo de agua a algunas colonias de Mexicali?
No señor, así no es.
México es empujado hacia una inmensa efusión de odio alentada por López Obrador con su golpeteo cotidiano a “los ricos”, “los conservadores”, algunos medios, y a periodistas que son “voceros de los privilegiados”.
Si la economía, la salud y la seguridad van en picada, es culpa de los malvados que señala el Presidente.
Ese odio que comienza a derivar en violencia política, se promueve y potencializa desde las sofisticadas estructuras en redes sociales armadas en el entorno presidencial (ver reportaje de Neldy San Martín en Proceso de esta semana).
Como el gobierno no sabe qué hacer con el país que se le desbarata entre las manos, a pesar de tener todo el poder y el apoyo para hacer los cambios anhelados por la mayoría, recurren a la promoción de la violencia.
AMLO lo hace con agresividad verbal, lo que se traduce en violencia.
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