Soy una mujer convencida de que el país necesita un cambio total y urgente que genere, a los más de ciento veinte millones de mexicanos que lo habitamos, la tranquilidad necesaria para vivir en paz. En ese cambio debe incluirse el papel que hasta ahora han llevado a cabo las mal llamadas “Primeras Damas”, que llegan a Los Pinos a la sombra de un hombre.
Hoy me referiré especialmente a Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, Andrés Manuel López Obrador que, en mi particular punto de vista, encarnaría, una vez más, la figura de Marta Sahagún que tan mal sabor de boca nos dejó durante el mandato del panista Vicente Fox.
Hace unos días leí en un periódico de corte nacional una entrevista que la reportera Marisa Iglesias le hiciera a Gutiérrez Müller referente a la salud física de su esposo, el puntero en las encuestas. Ella afirma que decidió ser más protagónica en la campaña porque para él (Andrés Manuel López Obrador) “la tercera es la vencida”.
Puedo asegurar, consciente del fanatismo obradorista que crucifica a todo aquel que ose pensar diferente a su líder, que la tercera también lo es para ella: el poder era su sueño desde que se convirtió en novia del entonces Jefe del Gobierno del Distrito Federal.
Gutiérrez Müller fue nombrada por Andrés Manuel López Obrador directora de Difusión en la Dirección General de Comunicación Social que tenía a la cabeza a Ana Lilia Cepeda, manejando un presupuesto millonario destinado a la contratación de publicidad en periódicos, revistas, televisión y radio. Era pues, la poderosa dama en el imperio del tabasqueño que no permitía, como lo hace hoy sonriente, se asomaran a su vida privada.
Sin embargo, fue la propia Beatriz quien se encargó con su protagonismo de que todos los que trabajábamos en esa administración nos enteráramos de que su influencia iba más allá del manejo de los dineros.
El rumor del noviazgo, que inició como una ligera llovizna, con el paso de los meses se convirtió en una tempestad peligrosa que llevó a López Obrador a sacarla de la nómina de su gobierno. De la noche a la mañana, ya no se le vio por los pasillos del antiguo edificio desde donde, a través de la ventana, el tabasqueño supo manejar el reprobable acto del desafuero.
Los hombres cercanos al poderoso emperador del Distrito Federal comentaban entre sí que la directora de Difusión mantenía su dominio y manejo detrás del imperio desde un departamento en la colonia Del Valle, adquirido por la poblana, con una liquidación a la que ninguna trabajadora de estructura tenía derecho.
Viene a colación este hecho porque Andrés Manuel López Obrador ha dicho en los últimos meses que su sueldo, regalías por sus libros escritos, pagos por conferencias y demás ingresos, son recursos administrados por Beatriz, lo cual no es criticable, pero sí lleva a la reflexión de si no será ella quien, como lo hizo en Gobierno del Distrito Federal, sea quien maneje el presupuesto de la Presidencia si su marido se alzara victorioso el primero de julio.
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