Gamés hesita: ¿Qué lugar podría ocupar en un mundo en el cual un huevo es la imagen que más “me gusta” ha acopiado en la historia de Instagram? Sí, un huevo de gallina. Unas personas ingeniosas crearon una cuenta World Record Egg y obtuvieron 30 millones de “me gusta”. Y ahí está en toda su soledad el huevo, un huevo no tan blanco, más bien trigueño; eso, un huevo trigueño observa el paso del mundo. Pero Gilga no ha respondido: desde luego no podría ocupar ningún lugar en el mundo como no sea vivir dentro del huevo.
Un huevo así, sin más. A Gamés le parece una metáfora de las redes sociales; de pronto, sin decir agua va, 30 millones de seres humanos se vuelcan ante un huevo. La literatura siempre se adelanta. El culto Gilga recordó un poema de Beckett, “Whoroscope”, algo así como “Putoróscopo”, en el cual medita sobre el tiempo, la disipación y los huevos de gallina a través de la voz de Descartes: “¿Qué es esto? / ¿Un huevo? / Por los hermanos Boot, apesta a fresco / Dáselo a Gillot”. Así de absurdo. Nada fácil habitar un mundo en el cual millones de personas replican, reproducen, repercuten la imagen de un huevo. ¿Estamos locos? Sí, definitivo.
La solución
La imagen del huevo no es la más loca que Gamés ha visto en el mes que avanza por la cuesta, una contraescarpa adversa (cómo ven a Gil usando palabras de postín). Si Gamés ha entendido algo, cosa improbable, la solución militar para combatir la inseguridad, la Guardia Nacional, será como ha sido hasta ahora esa estrategia, o como se llame, una enorme balacera a la que habrá que sumar miles de muertos. Por cierto, ¿si el mando de la guardia será civil, se necesita cambiar la Constitución? Gamés no lo sabe, se le hace bolas el engrudo, o bien engrudo las bolas, ups.
Allá en el otro extremo de su periódico MILENIO, recuerden que Gil y Jairo cierran la pinza, que así se dice. Allá en la página 3, Héctor Aguilar ha escrito en su columna Día con día: “Gran parte de la historia política de México puede leerse siguiendo la forma en que fueron domando a sus ejércitos (…) cada vez que el mando civil ha metido al mando militar a resolverle problemas políticos, el país ha pagado un alto precio”. Como dice el dicho: a buenas palabras pocos entendedores.
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