El único que está en guerra es el presidente López Obrador y pide una tregua, que la ha tenido de parte de los factores de poder desde que ganó las elecciones.
Partidos políticos, el Congreso, empresarios y el Poder Judicial han sido nobles con él hasta el exceso.
Los grandes medios de comunicación también, y los articulistas han hecho lo que se hace desde hace 30 años en México –y en cualquier país democrático–: criticar, polemizar o respaldar las políticas públicas.
Su intolerancia a la crítica lo ha llevado a pensar que se encuentra en medio de un conflicto bélico, imagina golpes de Estado y desgasta su investidura en pleitos menores.
La verdadera batalla del Presidente es contra una pandemia para la cual no sólo no estábamos preparados, sino que se optó por destruir al sector salud con recortes presupuestales que fueron a dar a proyectos petroleros inviables.
Se esforzó el gobierno en desprestigiar a los cuadros científicos que al país le costó décadas formar como lo que realmente son, eminencias médicas.
Hoy los trabajadores de la salud deben salir a bloquear calles en demanda de mascarillas, gel antibacterial y herramientas elementales para tratar a enfermos de Covid-19 sin correr peligro.
Eso en un país como México es inconcebible. Dinero hay, pero lo ahorraron. La Secretaría de Salud concentró el 10 por ciento del subejercicio de todo el gobierno federal el año pasado.
El subejercicio del IMSS y de Salud al arranque de este año es una barbaridad de elevado.
Cerraron el Seguro Popular sin tener un sustituto real, sino demagogia: todo gratis para todos. Y para que todo sea gratis, se le recortó el presupuesto (????).
Una vuelta a la cordura en el sector salud tendría que ser parte de ese alto al fuego de la carabina presidencial.
Cada mañana el Presidente transmite una belicosidad inapropiada a la población, de manera machacona la reitera y lleva al paroxismo a los radicales –existentes y ficticios– que atacan en redes sociales a los que critican a su gobierno.
Esos individuos actúan con lineamientos deliberados del aparato de propaganda gubernamental, al que tendría que calmar.
Desde luego, y no es necesario conocer las leyes de Newton para saber que a cada acción corresponde una reacción de igual intensidad y en sentido contrario.
Por ahí salió una noticia falsa de que el hermano mayor del Chapo, jefe de plaza del triángulo dorado, estuvo con él en Badiraguato. Pero AMLO, sin necesidad alguna, se metió al santuario del narco a convivir con la familia y allegados del sanguinario personaje.
A diario López Obrador insulta a buena parte de sus gobernados, polariza y siembra un encono que, cuando brote, cuidado.
No se ha dado cuenta que sus errores y obsesiones, en medio de una crisis como a la que entramos, puede derivar en la fractura de la Federación en dos o tres partes. Y no en mucho tiempo.
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