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El tema ya lo traía Agustín Carstens desde hace tiempo: irse a un organismo financiero mundial. Lo había intentado en 2011, cuando buscó ser director gerente del Fondo Monetario Internacional del que hace años había sido el número dos. Pero no lo derrotó la francesa Christine Lagarde, si no su pasaporte. Desde los tratados de Bretton Woods, los aliados se dividieron, el Banco Mundial para Estados Unidos y el Fondo para Europa. Y por eso no llegó el mexicano.


Recientemente supo que los integrantes del consejo del Banco de Pagos Internacionales, BIS por sus siglas en inglés, el banco central de todos los bancos centrales, con sede en Basilea, Suiza, lo había propuesto para ser su gerente general. Ya este miércoles habló con el presidente Enrique Peña Nieto y le planteó que el presidente del Consejo de Administración del BIS, Jens Weidmann, le había comunicado su nombramiento a partir del uno de octubre, por un periodo de cinco años.


Carstens me dijo que en un principio, el presidente Peña Nieto objetó que dejara el cargo, habló de su prestigio, de su influencia, de su garantía como gobernador del Banco de México, pero él se sostuvo, le dijo que era una decisión de vida, que era la oportunidad de ocupar un cargo en el sistema financiero internacional, que siempre había buscado, y no le dejó otra.


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