Participación del Secretario Ejecutivo
Edmundo Jacobo Molina
Muy buenas tardes, compañeras y compañeros representantes de los distintos medios de comunicación que cubren las actividades del INE.
Estoy aquí para anunciar y explicar, de manera muy puntual, las razones por las cuales he presentado al Consejero Presidente mi renuncia al cargo de Secretario Ejecutivo del Instituto Nacional Electoral con efectos a partir del próximo 3 de abril.
Tuve el honor de ser propuesto y designado para ocupar la Secretaria Ejecutiva, primero en el Instituto Federal Electoral y después en el Instituto Nacional Electoral. He tenido el privilegio de trabajar directamente con dos Presidentes: Leonardo Valdés Zurita y Lorenzo Córdova Vianello, y con múltiples integraciones del Consejo General y de la Junta General Ejecutiva, integraciones plurales y profesionales que han hecho honor a su responsabilidad de Estado, y no se trata de un mero dicho, los resultados están a la vista.
Una de las grandes virtudes del modelo de autoridad electoral definido por la Constitución General desde las primeras reformas electorales en los años noventa es su organización administrativa, en la medida en que ha logrado incorporar una virtuosa división funcional del trabajo entre los distintos órganos e instancias integrantes del INE.
Como es bien sabido, el Instituto Nacional Electoral debe ser independiente en sus decisiones y funcionamiento, así como profesional en su desempeño. Para lograr estos objetivos institucionales de gran relevancia, entre otras medidas, la Constitución dispone que el INE debe contar en su estructura con órganos de dirección, ejecutivos, técnicos y de vigilancia.
La previsión de instancias con funciones propias y definidas no es una exquisitez burocrática, sino que promueve la asignación de roles que, alimentándose recíprocamente, permite la definición oportuna de las metas y prioridades institucionales, la planeación detallada de las actividades y la confección de acuerdos técnicamente solventes para encarar y solventar las dificultades que suelen presentarse a lo largo y ancho del país.
Esta separación de actividades es clave porque permite una continua revisión y examen del trabajo electoral: el Consejo General planea y dirige a partir de los insumos que le proporcionan las áreas especializadas. Las ramas ejecutivas y técnicas ejecutan y operan las decisiones tomadas y son evaluadas permanentemente por las distintas instancias directivas, además de ser vigiladas en todo momento por las representaciones de los partidos políticos. El equilibrio entre todas estas actividades es indispensable para la continuidad de las operaciones conforme los principios que rigen en la materia.
Bajo esas premisas, desde que asumí el cargo, diseñé una Secretaría Ejecutiva discreta, con bajo protagonismo público para aislar la operación institucional del trajín propio de las contiendas entre las distintas fuerzas partidistas, en fin, para evitar la politización de las actividades técnicas y ejecutivas del Instituto que, por definición y de acuerdo con la organización administrativa establecida por la Constitución, deben de atender a criterios estrictamente técnicos.
Desafortunadamente, el diseño institucional que procuramos durante tantos años, así como el equilibrio que con el mismo siempre se ejecutó, fue roto en los últimos meses por algunos actores políticos que, en el más reciente debate sobre la reforma electoral, hicieron de la operación técnica, necesariamente imparcial, parte del debate político, lo que me obligó a salir a la defensa pública de las instituciones electorales que nos hemos dado, a explicar las virtudes que ofrece el régimen vigente y a alertar sobre los peligros que implican varios de los aspectos incorporados por el denominado plan B.
La incorporación, en uno de los decretos de la reforma, de un transitorio inconstitucional que tomaba una decisión que sólo compete al Consejo General, me cesó como Secretario Ejecutivo, incluso aún antes de que formalmente entrara en vigor el nuevo marco legal. Ello me obligó a promover los juicios que la propia Constitución pone a disposición de cualquier persona para lograr la restitución del orden constitucional quebrantado, aspectos que, como era de esperarse, fueron ampliamente difundidos por los medios de comunicación.
Después iniciaron los ataques y mentiras sobre mí y mi trayectoria, incluso desde las conferencias cotidianas que, desde Palacio Nacional, encabeza el Presidente de la República. Se ha incluso llegado a señalar que tengo tres décadas como servidor público de la autoridad electoral nacional, señalamiento que, huelga decir, es evidentemente una falsedad.
Los reflectores regresarían con motivo de las sentencias emitidas por la jurisdicción de amparo y por la electoral, que, en primer lugar, suspendieron los efectos del transitorio carente de sustento constitucional, y, después, declararon la inaplicabilidad de la medida privativa por ser incompatible con los derechos humanos reconocidos por el ordenamiento y con la división de poderes delineada por la Carta Magna. Nuevamente debí salir a medios para explicar las decisiones y sus implicaciones operativas para el INE, así como para pronunciarme sobre lo que a mi juicio son los riesgos que acompañan las intentonas y sus implicaciones regresivas.
La notoriedad que, sin buscarla, he adquirido por los motivos que acabo de mencionar, constituye un impedimento, desde mi punto de vista, para continuar desempeñando, con discreción y eficacia, las actividades propias de la Secretaría Ejecutiva. Por ello, estoy convencido que, conforme la ética de la responsabilidad es el momento de retirarme.
Como en su oportunidad lo expresé públicamente, los litigios que presenté contra una norma inconstitucional que indebidamente me cesaba, nunca tuvieron como finalidad la consecución de un beneficio personal, porque en el fondo lo que se debatía es, en realidad, la concepción del Estado mexicano como un Estado de Derecho en el que se respeten las competencias conferidas por la Constitución a los órganos primarios del Estado previstos en la misma, así como también los derechos humanos reconocidos a las personas, en tanto ejes motores para evitar que las instancias del poder público se conviertan en una amenaza para los individuos.
Esa misma visión de las cosas me acompaña ahora para la decisión que hace unos minutos comuniqué a las y los Consejeros integrantes del Consejo General del Instituto Nacional Electoral en una reunión de trabajo. He cumplido un ciclo en la Secretaría Ejecutiva del Instituto para servir al INE y a la democracia mexicana lo que concibo no como un trabajo sino como una causa.
Es tiempo, pues, de que quien sea designada o insaculada para presidir esta institución, proponga a sus pares una persona que acometa, con diligencia y rectitud, las tareas de la Secretaría Ejecutiva. En este sentido, he presentado mi renuncia, la cual se hará efectiva para que mi último día como funcionario del Instituto sea el próximo lunes 3 de abril.
Esta renuncia es de carácter irrevocable porque no me anima el preservarme en una posición laboral, sino la defensa de la ley y las instituciones. Como Secretario Ejecutivo esa fue mi convicción y esa seguirá siendo como ciudadano que, como a millones de mexicanas y mexicanos, le preocupa la democracia del país. A diferencia de quienes tildaron mi actitud como la de alguien que buscaba seguir ocupando un cargo, mi compromiso con el INE es defender un patrimonio que hemos construido entre todas y todos durante más de tres décadas y hoy es patrimonio de la sociedad toda. En mi estancia en esta institución he velado por su autonomía e imparcialidad, continuaré con esta actitud en otros espacios.
La democracia se soporta en el respeto a la ley y a las instituciones así como en mujeres y hombres libres dispuestos a defenderla. En las instancias correspondientes demostré que tenía razón y con eso me basta. A las y los consejeros electorales y a la sociedad que me ha acompañado en este trayecto les digo gracias. Y con mi renuncia respondo a las y los mexicanos que me han respaldado, que estoy con ustedes, que soy uno más entre millones dispuesto a defender la democracia y la construcción de una sociedad más justa y equitativa.
A lo largo de catorce años la vida me ha ofrecido la oportunidad de conocer y colaborar con mujeres y hombres comprometidos con el INE y el país. A todas y todos les agradezco que me hayan permitido aprender de ellos y facilitado mi función como instancia de articulación de las áreas técnicas y ejecutivas, tanto a nivel central como en los órganos desconcentrados. No puedo concluir esta intervención sin agradecer al Consejero Presidente, Lorenzo Córdova, su confianza, apoyo y enseñanzas