viernes 21 junio 2024

El 2 de junio también perdió el periodismo

por Marco Levario Turcott

Esto no es nuevo en México, dado el uso faccioso que el poder ha hecho, proverbialmente, de los medios de comunicación (con la anuencia o el sometimiento de sus empresarios). La singularidad en este caso es que, si por ejemplo la revista Proceso tuvo en 1976 un papel clave en la crítica al gobierno federal, en estos años el rol de la prensa, aunque fragoroso y profesional como Latinus, por citar el caso más relevante, no tuvo eco en amplias franjas ciudadanas. La historia registra formidables aportes a la democracia, entre otras razones, por el desgaste del viejo régimen y la avidez de audiencias y lectores. El Día, Unomásuno y luego La Jornada, o las revistas Plural y Vuelta, son referentes, aunado a esfuerzos radiofónicos como los emprendidos en la UNAM, las radios comunitarias y, por supuesto, José Gutiérrez Vivo. Letras Libres simboliza la continuidad de esa labor, y Nexos representa un serio esfuerzo de autocrítica de la izquierda que, en un primer momento, no optó por la democracia.

Lo anterior se escribe fácil, aunque implica procesos complejos, porque los gobiernos emanados del PRI y el PAN siempre acudieron a un aparato de propaganda que hizo contrapeso al periodismo. La versión oficial siempre halló vías de difusión, desde el monopolio de la venta del papel y premios de publicidad hasta las presiones, como sucedió en Excélsior, precisamente lo que dio pie al surgimiento de Proceso, dirigida por Julio Scherer García. Aunque ahora se mantienen los mecanismos de sujeción y control de la prensa, el gobierno saliente ideó su propia maquinaria propagandista situando en la cúspide a las conferencias de prensa del presidente. Por ello, la sumisión de la mayoría de los diarios, la radio y la televisión significó también la amplificación del mensaje oficial. Esto, además de la estructura digital que, en las redes, con el disfraz del periodismo, usa a personajes que operan como sus propagandistas; la lista es prolífica. De este modo, ningún esfuerzo aislado del periodismo serio puede enfrentar a esa avasallante maquinaria de propaganda, más aún cuando existen franjas de la población que, entre Lord Molécula o cualquier otro de esos abyectos individuos que se inclinan ante el poder y el periodismo serio, optan por lo primero. Debemos hacernos cargo de ello: la propaganda oficial, el hartazgo social con los viejos actores de la política opositora y la convicción de que la autoproclamada 4T representa la ruta correcta hizo que fueran relegados los enormes escándalos de corrupción, en particular, en los que concurren los hijos del presidente, la destrucción del sistema de salud o el aumento de la inseguridad y la violencia, en el ánimo social.

Si el 2 de junio retrata los valores de la mayoría de los ciudadanos, estos prefieren a Vicente Serrano, El Chapucero y Genaro Lozano que a cualquier profesional de la comunicación serio, ceñido a patrones éticos y profesionales en el ejercicio de su labor. Incluso, en la atmósfera social, no importa su trabajo; lo relevante es que sea descalificado con los adjetivos que forman parte del manual del populismo para impedir que se valoren los contenidos de la información. De acuerdo con ese manual, esas noticias no pueden tener más que fines aviesos y estar patrocinadas por los enemigos de la patria.

Sí, este domingo también perdió el periodismo, y este tiene formidables problemas y retos frente a sí, si es que pretende honrar la memoria de lucha en aquellos infaustos años donde el presidente y su partido decían a los medios lo que debían difundir. La defensa de la democracia necesita de ese puñado de medios que, con la cabeza erguida, pueden (podemos) sentirnos orgullosos de su (nuestra) labor.

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