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El gran dolor de cabeza para el país es la inseguridad. Lo que hace más delicado el asunto es que no se ve que en el corto y mediano plazo se vaya a poder frenar.

Quizá el gobierno lo pueda atenuar, pero es un hecho que en estos primeros meses ya se habrá percatado, por si no lo hubiera sabido, de la brutal descomposición. Estamos llenos de frentes violentos y lo peor es que las nuevas generaciones van creciendo con ello, se ha ido construyendo una cultura de la violencia.

Muchas cosas que nos pasan nos han ido pareciendo “normales” o “cotidianas” sin serlo por ningún motivo. Para reiterar lo que se ha expresado y escrito en muchas ocasiones, hemos cambiado buena parte de nuestros hábitos y nuestras vidas, debido a lo que en muchas partes del país se presenta.

Todo resulta grave, pero lo que más intimida y decepciona es que las autoridades, en todos los niveles, han sido incapaces de ofrecer salidas. Una de las caras más amargas de México hacia el exterior tiene que ver con la inseguridad. No somos los únicos en el mundo, pero estamos bajo condiciones en que no hay indicios de que se reviertan las cosas.

Es probable que el actual gobierno tenga un buen diagnóstico de lo que pasa, no nos queda claro todavía si es el más preciso, pero tiene pistas atendibles y está trabajando en ellas como antes no se había hecho; tiene el beneficio de la duda.

Como elemento de referencia recordemos lo que hicieron Felipe Calderón y Peña Nieto para poder  ver que las bases sobre lo que se está trabajando tienen rasgos distintivos.

En los dos sexenios pasados se siguieron estrategias similares. Uno declaró una “guerra” que a la mera hora optó por decir que viéndolo bien no lo era. Las cosas no por ello cambiaron durante los seis años.

Con Peña Nieto hubo un agravante. Después de ver y conocer lo que había pasado, en cuanto hechos y estrategias con Felipe Calderón, terminó haciendo lo mismo a sabiendas de todo esto. Al final se incrementaron las muertes violentas, los y las desaparecidas, los desplazados y en un buen número de ciudades y municipios hay una severa crisis de valores entre muchos jóvenes.

No es que ahora se vea ni remotamente la luz al final del túnel, pero después de todo lo que se ha vivido urgía un cambio de estrategia y todo indica que estamos en vías formales de ello. Con toda la prisa con que se mueve el gobierno, suponemos que debe saber que es en esta área en donde todo urge para ayer.

La ventaja que sigue teniendo el gobierno es que conserva con amplitud y credibilidad en el grueso de la población, un bono que le permite actuar con libertad y hasta cierto punto a modo.

Por lo que se va viendo, el actual estado de las cosas va a durar un buen tiempo. En esta materia todos los indicadores le están siendo favorables a López Obrador, a pesar de todos los frentes que ha abierto y se le han ido apareciendo.

Los números sobre las personas que han muerto de manera violenta no han disminuido; en algunos estados se han incrementado, sin pasar por alto la violencia que se ha desatado en algunas zonas de la Ciudad de México.

Lo dicho ayer por Michelle Bachelet es brutal: “México tiene una cifra de muertes violentas propias de un país en guerra, 253 mil 538 desde 2006… para mí ha sido una sorpresa lo que me he encontrado, sin duda el caso Ayotzinapa se conoce bien en la prensa, pero los 40 mil desaparecidos no era algo que tuviera así de claro, o de los 26 mil cuerpos sin identificar (en los servicios forenses), o el caso de diez mujeres asesinadas al día”.

El diagnóstico es descorazonador. En esto no hay milagros.

La Guardia Nacional es la pieza con la que el gobierno y el país se juegan su resto.

RESQUICIOS.

Venezuela está dividida en dos mitades. Guaidó avanza, pero sigue sin tener mayoría. La ONU y la OEA parecen ser los más entusiastas en que se vaya Maduro, que si bien es impresentable, está donde está por las leyes y reglas internas del país.


Este artículo fue publicado en La Razón el 10 de abril de 2019, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.

Autor

  • Javier Solórzano

    Javier Solórzano es uno de los periodistas mexicanos más reconocidos del país, desde hace más de 25 años. Licenciado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México, cursó estudios en la Universidad Iberoamericana y, hasta la década de los años 80, fue profesor de Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana.

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