El candidato de la máxima juarista de “vivir en la justa medianía, como el pueblo”, gastó 334 mil pesos en leer su “proyecto alternativo de nación”. ¿Gastó mucho o poco AMLO en el simple acto de leer un papel? La respuesta está en que, aunque fuesen cinco centavos, se los habría ahorrado mandando un tuit.
Pero el candidato del populismo confesional y de pastiche ideológico necesitaba un acto para anunciar su “proyecto”. Le fascinan los baños de gente. ¿Qué a otros también? Seguro, pero no se dan golpes de pecho con la “austeridad republicana”.
Peor: esos 334 mil pesos fueron el monto que informó AMLO al INE que gastó, porque el consejero Murayama acusó que ese día, los organizadores del acto impidieron entrar a los auditores de la Unidad Técnica de Fiscalización del INE.
El dinero acaba siendo lo de menos ante el autoritarismo y falta de transparencia: AMLO gastó eso porque así lo dice él y punto, que el INE le haga como quiera. Y que tenga cuidado el consejero Murayama, porque le cuelga el mote de blanco, pirruri, señoritingo, gente de la mafia del poder…
Pero la doble moral pareciera una condición inherente del populismo confesional y de pastiche ideológico, porque el partido ultrarreligioso aliado de AMLO, el Partido Encuentro Social, nunca ha pagado siquiera un centavo de impuestos, desde que obtuvo su registro en 2014.
De acuerdo con una solicitud de información al Instituto de Transparencia (con el número 2236000025017), el PES adeuda 57 millones de pesos en impuestos, a pesar de que ha recibido del erario más de 606 millones de pesos en tres años.
Es inquietante que el PES succione nuestros impuestos sin consecuencia alguna. Una impunidad de la cual goza también el otro partido aliado de Morena, el Partido del Trabajo, que sigue sin explicar en qué gastó 100 millones de pesos que recibió del erario para gestionar guarderías.
Aunque lo realmente alarmante es que todos los que busquen impunidad entienden que, el camino más corto, es juntarse con AMLO, porque saben que, a su lado, están resguardados por su lengua flamígera, a la que medio país teme de que lo denueste como “prensa fifí”, “blanco”, “rubio”…
Una lengua que es llameante lo mismo que farsante, de lo cual da cuenta el ingenio de las redes (aún cuando éstas son mayormente obradoristas), en un chistorete parecido al que usa el propio candidato de la coalición Morena-PES-PT:
“La mafia del poder está copada de apellidos de señoritingos: Peña, Meade, Calderón, Anaya, Zavala; mientras que Morena, de pura extracción popular: Bartlett, Sheinbaum, Müller, Turner, Poniatowska, Fenyvesi, Urzúa, Meyer Falcón, Frausto”.
Es lo que ocurre con los estigmas: Se regresan directo a la cara.
Este artículo fue publicado en La Razón el 26 de diciembre de 2017, agradecemos a Rubén Cortés su autorización para publicarlo en nuestra página.