Resulta conflictivo el silencio de los miembros del CEU histórico ante la convocatoria de etcétera para debatir con argumentos si la candidatura presidencial de AMLO puede considerarse de izquierda. Tal descuido de los poderes de la opinión pública deja ver en ellos una izquierda belicosa, pero aún sin cabeza, sin confianza en las ideas. Un peligroso defecto maquiavélico, muy alejado de una auténtica izquierda justiciera.
Era de esperar y de temer. La falta de respuesta a la propuesta de etcétera deja entender que la izquierda en México sigue bien disciplinada, pero aún sin cabeza. Ya se sabe: incendiarios de chicos y bomberos de grandes. Grandes sueños juveniles y grises realidades burocráticas, en definitiva.
Si ser de izquierda es buscar la igualdad económica y política para todo mundo, lo que se consigue mediante un cambio del orden injusto establecido. Nada de eso hay en la Morena de AMLO. Pero si ser de izquierda es ser totalitario y dictatorial, entonces AMLO sí es de esa izquierda.
No hay libertad de expresión en Morena. Nadie puede criticar al líder máximo. Lo triste es que tampoco pueden argumentar a su favor, sólo pueden descalificar y despreciar las críticas, porque la ideología disciplinaria dicta que estar contra el guía es estar equivocado por completo, y ya. No hay democracia en Morena, no hay igualdad ni equidad, todo es piramidal y déspota. No hay diversidad ni debate, sólo hay obediencia y silencio.
Por eso yo respondo al debate y caracterizo a AMLO como conservador y reaccionario, un político más que nada de derecha. O sea, no es un político de izquierda. A lo sumo lo aparenta, o lo aparentó, como también aparenta muchas cosas. Pero en realidad nunca su discurso y actuar han estado dentro de lo auténticamente de izquierda, ni en lo económico ni en lo político ni en lo moral.
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Habla del “pueblo” y los “pobres”, pero no de la clase trabajadora ni de salarios justos y disminución de las jornadas laborales, no plantea demandas y exigencias efectivamente proletarias. Sólo ofrece gastar el erario en dar dádivas a todo mundo, so pretexto de ayudar a los pobres y desempleados. Son promesas más cerca de la religión que de la administración pública.
Del lado dictatorial totalitario ofrece que fortalecerá al Estado contra el Mercado y la Opinión Pública; para nada critica al Estado como superestructura de control, al presidente de la república lo cree poderoso porque sí, y ya. Todo lo resolverá con buena voluntad y la espera de un milagro.
Tampoco toma medidas de izquierda contra el dinero como enajenación de la fuerza de trabajo, más bien cree que todo lo del dinero sólo es cosa de imprimir billetes y acuñar moneda. Y en sus propuestas de moralidad conserva de modo grosero el esquema de familia normal burguesa, heteronormativa, autoritaria y represora.
Nada en sus propuestas va más allá del PRI “nacionalista” de los años setenta del siglo pasado, y ese PRI era una disneylandia socialista de dientes para afuera y una dictablanda corrupta en los hechos. Un espejismo de gobierno benefactor que la realidad global hizo añicos de inmediato.
Lo inquietante, entonces, es que tales espejismos fallidos engañen de nuevo a quienes se consideran de izquierda, sin que se vea ni recuerde su carácter más que nada “religioso” y casi nada “político”, es decir, son ilusiones que se creían superadas. Pero no. Allí están, todavía. Como un cáncer dentro de la democracia, un elemento negativo imposible de evitar de raíz, pues su posibilidad de ser anti-libertad totalitaria forma parte inobjetable del ejercicio de la libertad subjetiva. ¡Tan grande es la libertad en una democracia abierta!
Total. No creo que AMLO pueda ser un peligro para México. Lo que sí pienso es que AMLO, tal como va, sí es un riesgo innecesario para el bienestar y el crecimiento de México.