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Una de tres. Al cantar a dúo y echarse un palomazo, acompañados con una guitarra con la imagen del Che Guevara en el tahalí, Ricardo Anaya y Juan Zepeda:

  1. Pudieron ser más inocentes, pero les faltó ambición.
  2. La vocación democrática los persigue, pero ellos son más rápidos que ella.
  3. Reivindican en un país libre, como México, la figura histórica de alguien que ayudó a implantar una dictadura que ya cuenta seis décadas, a sólo 210 kilómetros de Cancún.

El perredista Juan Zepeda representa, a fin de cuentas, a ese sector de la izquierda mexicana que se mueve en los linderos de las simpatías con el castrismo y el chavismo y, además, cuenta menos, porque no busca ser presidente de México el 1 de julio.

Sin embargo, Anaya está obligado a ser más escrupuloso con esos detalles, porque es candidato a ocupar la Presidencia (por mucho que deba cuidar las formas legales de la “precandidatura”) de un país con elecciones libres, que defiende los derechos humanos, la libre expresión y la libre empresa.

¿Sabe Anaya quién fue el Che Guevara, más allá de que su figura aparezca hoy como un símbolo de la “guerrilla fashion” en camisetas, pines, gorras, postales, tatuajes, tazas, llaveros, calcetas, jarrones, aretes y hasta calzones… y sea una marca casi tan famosa como la Coca-Cola?

Anaya tendría que saberlo, así como presume en público su alto nivel educativo (con conocimientos de inglés y francés) y envía a sus hijos a prepararse a Estados Unidos (a un costo mensual de unos 80 mil pesos en colegiaturas en un colegio privado de Atlanta).

¿Ha leído Ricardo Anaya algunas obras del Che Guevara? Por ejemplo, sus Diarios de motocicleta, de 1951-1952. ¿Está de acuerdo con lo que escribe ahí el Guerrillero Heroico? Ah, porque en sus páginas el Che Guevara advierte “degollaré a mis enemigos”.

¿Leyó Ricardo Anaya el mensaje del Che Guevara a la Tricontinental, de 1967?:

“El odio como factor de lucha; odio intransigente que nos impulsa y convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar; un pueblo sin odio no puede triunfar. Hay que llevar la guerra hasta la casa del enemigo, a sus lugares de diversión…”.

Por lo visto, Anaya domina el inglés y el francés, y envía a sus hijos a estudiar al extranjero (él ya subió a sus hijos a la campaña, eh; los convirtió en figuras públicas, con las consecuencias que de ello deriven), pero quizá le falta instruirse sobre los santones de la izquierda, a la cual se ha aliado.

Bueno, a no ser que nuestro populista de derecha se haya convertido al guevarismo.

Algo que tendría que explicar.


Este artículo fue publicado en La Razón el 8 de enero de 2018, agradecemos a Rubén Cortés su autorización para publicarlo en nuestra página.

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