Quince días de proselitismo errante, de grillos nómadas bajo el mando de Javier Corral que llegaron a la Ciudad de México para intercambiar justicia por dinero, proclamas justicieras por recursos para un estado con hemorragia económica y social.
En Chihuahua hay violencia, hay inseguridad, impunidad también. Un góber progresista de derecha, un activo norteño para la campaña de Ricardo Anaya con recursos dialécticos para emprender varias embestidas a la vez.
¿Ganó Javier Corral? Los procesos judiciales continúan sus cauces diplomáticos para traer a César Duarte, para que aclare el presunto desvío de dinero de Chihuahua a campañas del PRI en 2015, cuando Gutiérrez y Beltrones mandaban en el tricolor.
La PGR desistió de multar a la Fiscalía local; el imputado Alejandro Gutiérrez pasa a mejor resguardo en una prisión federal, en la local, denunció presiones y tortura psicológica para involucrar a Beltrones, y la caravana concluyó.
Los 900 millones de pesos que reclamaba Corral a la Secretaría de Hacienda fluirán por la cañería financiera de costumbre; la misma que se destapó en Bucareli y no en Palacio Nacional dejando claro que el episodio fue, es y será, político-electorero.
No hay nueva política, hay nuevos regentes, la esencia es la misma, la que se disfruta en cafés y redes sociales sin mirar cómo se produce ese embutido llamado gobernabilidad por consenso. Negociación, trueque puro y duro.
Anaya se victimiza, no explica . Follow the money es la frase que sintetiza lo dicho por el periodista estadounidense Bob Woodward ante la comisión senatorial que seguía el caso de espionaje político Watergate, a principio de los setentas, la clave, dijo el reportero, está en rastrear el efectivo de la campaña secreta; y Richard Nixon se victimizó, luego se hundió.
Anaya tiene dos problemas sustantivos en su ruta hacia el poder. Uno, los rastros financieros de su bonanza económica están ocultos, mas no borrados. Dos, ante hechos y evidencias incriminatorios, no aclara ni explica, copia prosa ajena: “es guerra sucia, ataques por miedo”. Anaya se victimiza, echa mano de su articulada perorata.
El reportaje de Álvaro Delagado en Proceso sigue la ruta que antes oteó El Universal, su acceso al poder, desde secretario particular del gobernador Francisco Garrido, pasando por una fundación humanista (e inmobiliaria), para llegar a un próspero negocio de bienes raíces, triangulado con cercanos y familiares. Dinero, no política. Cuentas, no cuentos.
Mientras el Atila del panismo nacional confía en sí mismo, el debate rumbo a la elección inicia; la petición de Meade para que AMLO diga, sin ambigüedades, si en caso de ganar, el NAICM será cancelado o no, anima otras reflexiones; da estímulos sociales diferentes para el proceso democrático en marcha.
Ricardo Anaya comienza a invertir más energía en victimizarse, en decir que lo que dijo de Meade hace cinco años, ya no es, y en buscar algún video en el que, algún protagonista, diga algo bueno de él.
Este artículo fue publicado en La Razón el 6 de febrero de 2018, agradecemos a Carlos Urdiales su autorización para publicarlo en nuestra página.