febrero 24, 2025

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Lo peor es que no pasó nada. Sólo hubo más de lo mismo. El parto de los montes.

De nuevo nos encontraremos bajo la dictadura perfecta del Señor Presidente y sus caprichos personales, una dictadura a lo priista clásico, más que nada blandengue y ñoña, por no decir que de plano babosa y persinada, de muy pocos alcances y mucho pero mucho bla-bla-blá. Pero una dictadura autoritaria todo el tiempo, tal como la del PRI entre 1946 y 1988. El riesgo de un retroceso que puede ser de más de treinta años para México.

La maquinaria del presidencialismo alucinado se recargó por completo y ahora tiene de vuelta el poder hegemónico que había venido perdiendo durante los últimos treinta años, y todo lo logró esta vez con el voto libre y soberano de la masa.

Es justo lo que nos temíamos: por voluntad de la mayoría nos sigue gobernando el mismo dinosaurio de siempre, nada más cambió de siglas.

Morena, sea lo que sea, ahora es un grupo político tan poderoso como lo fue el PRI de 1964, por ejemplo. Mientras que ahora el “legítimo” PRI sólo constituye una minoría y ofrece una oposición muy débil, porque está de plano en decadencia, algo que nunca antes le había ocurrido. El PAN se deshace en pedacitos minúsculos del partido que quiso y no pudo ser y su suerte política ha quedado sin rumbo claro. Las tribus del PRD, por decirlo con humor: ahora nada más son manadas de chuchos sin hueso.

Aunque fue una elección limpia y ejemplar en lo esencial, no parece haber sido la mejor elección posible. En busca aparente de un cambio hacia adelante, se eligió el regreso a lo obsoleto y fallido: el presidencialismo alumbrado.

Pero tratemos de no ser pesimistas por completo. Busquemos algo positivo.

Supongamos, entonces, sin conceder, que el gobierno “pragmático” o “maquiavélico” de López Obrador no será populista de la forma socialista autoritaria que se temía, tal como ahora nos deja sospechar su conducta diferente de presidente electo. Consideremos que sus propuestas en ese sentido utópico radical sólo fueron demagogia de campaña y que será verdad lo que dice ahora que hará como presidente, pensemos que no hará nada en contra del orden neoliberal de los mercados ni en contra de las instituciones del México demócrata actual.

Entonces, lo que en realidad nos puede dar López Obrador es más de lo mismo, cosa que sin duda hará con su estilo personal de gobernar, pero no será algo del otro mundo. Más de lo mismo que hay desde hace cuatro sexenios. No podrá haber gran cambio en ello. Será únicamente la cuarta renovación del PRI como dictadura perfecta. Más PRI del de antes, con la alternancia incluida.

Pero si lo mismo de siempre lo hace conservándose él como un burócrata de bajo perfil y siendo eficiente en sus ahorros y promesas de lucha ejemplar contra la corrupción, entonces el gobierno de Andrés Manuel López Obrador podría ser tan eficiente como el de Adolfo Ruiz Cortines, por ejemplo. Pero otra vez será más PRI del de antes.

Lo complicado será tener bajo control a los radicales de izquierda que lo apoyan y lo creen la nueva revolución envuelta en huevo. No será fácil hacer que acepten lo gris del resultado del socialismo keynesiano con más de lo mismo, mucho espectáculo de dar limosna a los pobres y muy poca acción real contra la desigualdad económica. Pronto verán que el gasto público dispendiado en becas y beneficencia no cambia para nada la diferencia abierta entre ricos y pobres.

Eso los pondrá nerviositos y belicosos a los izquierdistas acelerados. Entonces nos queda esperar que los rituales de culto a la personalidad del caudillo alumbrado puedan servir para tenerles ocupados y distraídos de intentar hacer el cambio a la fuerza y a la mala. Ocuparlos con organizar mucho referéndum, mucho festival del Zócalo y la plaza mayor, mucho civismo de liturgia de tambores y cornetas, con grandes contingentes en las marchas y discursos incendiarios de día de fiesta popular. Eventos buena onda para todas las causas nobles. Total, a los socialistas utópicos y realistas se les puede entretener con mucha kermés medio populista, como cuando el general Lázaro Cárdenas era presidente de la república y gran constructor del PRI fuerte. Más PRI de siempre. Muy poco resultado para tanta voluntad de cambio. Cosa que se puede complicar si no hay resultados notables contra la violencia y la inseguridad, por ejemplo.

Sin embargo, tan poco de bueno podemos encontrar en todo ello, que vuelve a dominar el pesimismo melancólico… Tal vez López finge ser lo que no será, cambia de máscara, porque su pragmatismo populista no cree en las palabras, sólo cree en la acción práctica, o sea, el agandalle, y miente otra vez sin pudor para tratar de controlar el dólar y los mercados y poder llegar a tener todo lo que espera tener cuando tenga en sus manos todo el poder que México le ha otorgado. Porque el populismo totalitario no tiene palabra de honor, ya que sólo es verdad y ley lo que dicte el caudillo.

Entonces nos aterra no poco el ver ya en acción lo servil y mercantil de la opinión pública ante el nuevo Señor Presidente, la facilidad con que sus antes aparentes opositores y serios críticos comienzan a adularlo y ensalzarlo con descaro. La forma como se auto-censuran medios y periodistas, para no hacer enojar al Señor Presidente y sus fieles seguidores. Tal como también era de temer que ocurriría y que puede empeorar desde diciembre.

No será sencillo ser oposición crítica ante tanto poder reunido en un ser tan caprichoso y tan fuertemente apoyado con tanto servilismo oportunista, no será fácil enfrentar a las masas ideologizadas por sus intelectuales orgánicos, o sea, la prensa militante y la prensa oficialista integradas ahora en la voz pública de la gran cruzada nacional contra quien le lleve la contraria al falso profeta transfigurado por completo en mesías fariseo y presidente que oye en su cabeza la voz de la Virgen que le habla.

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