febrero 22, 2025

Convento de la Transfiguración

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Malinalco, Estado de México

Toponimia

Malinalco se compone de malinalli, planta gramínea llamada “zacate del carbonero”, con la que se elaboran cuerdas y mecates; de xóchit “flor” y de co “en”. Significa “Donde se adora a Malinalxóchitl, la flor del malinalli”

Historia

Época prehispánica

Malinalco fue un centro militar estratégico del Imperio Mexica. Debido a su ubicación geográfica colindante con los valles de México, Toluca y Cuernavaca. Los ejércitos de la Triple Alianza podían intervenir con rapidez en caso de ser necesario. Los arqueólogos piensan que los edificios de la actual zona arqueológica eran un centro de entrenamiento e iniciación ritual de los caballero águila y jaguar.

Conquista

Hernán Cortés vio muy pronto el carácter estratégico de este cruce de caminos. La crónica de fray Juan de Torquemada asegura que los habitantes de Quauhnahuac, partidarios de Cortés, se quejaron de los malinalcas. En 1521 envía las tropas de Andrés de Tapia, para someter a la población. Los mexicas se defendieron.

Cortés, en su Tercera Carta de Relación relata que para derrotar a los malinalcas envió otro grupo armado, esta vez dirigido por Gonzalo de Sandoval, con dieciocho soldados a caballo, cien peones y buen número de aliados otomíes. Los habitantes de Malinalco se rindieron.

Historia de la evangelización y del convento

Antes de la llegada de los agustinos a Malinalco, la población recibía la visita de los franciscanos del Convento de Cuernavaca. A finales de la década de 1530, los frailes de la Orden de San Agustín (OSA), de la Provincia del Santo Nombre de Jesús, llegan a la región e inician el trabajo misional. El provincial Jorge de Avilés ordena la fundación del convento en 1543 durante la reunión del Capítulo Agustino de ese año.

Es posible que fray Diego de Chávez sea quien diseñó el conjunto conventual. Se le adjudica también la autoría de los conventos de Ocuilan y Yuriria. De acuerdo con Luis Mario Schneider, la epidemia de Cocoliztli, que azotó el centro del virreinato durante esos años, debió detener unos diez años la edificación del convento. En 1571, la iglesia abovedada estaba concluida y el convento seguía en construcción. (G. Kubler). Los recursos fueron aportados por el encomendero Cristóbal Rodríguez de Ávalos y la Corona Española.

Al inicio el conjunto conventual estuvo aislado de donde vivía la población, que era en los cerros aledaños. En 1600 se les obligó a concentrarse en lo que hoy es el pueblo. Fray Juan de Grijalva en su Crónica de la orden de N. P. S. Agustín (1624), señala que había “casa e iglesia suntuosa y bien acabada”.

En 1859, por las leyes de Reforma a los agustinos se les obliga a dejar el convento, pero no la iglesia. En la actualidad los agustinos tienen a su cargo el conjunto, que habitan desde hace 450 años.


Es en 1931, después de diversas intervenciones a lo largo de los siglos, que el conjunto conventual empieza a ser valorado y se inicia su rescate por parte de la entonces Dirección de Monumentos Coloniales. En 1937 fue declarado monumento histórico. Empieza la primera fase de restauración a cargo del arquitecto Fernando Urgel que desde entonces se ha mantenido.


En 1531, en el convento de los Santos, cerca de Valladolid en Castilla, por acuerdo capitular de los superiores de la Orden se decidió iniciar la obra misionera en la Nueva España. Los siete primeros frailes agustinos llegaron en mayo de 1533, nueve años después que los franciscanos y seis, de los dominicos. A su arribo a la capital del virreinato se alojaron con los dominicos. Después alquilaron una casa en la calle de Tacuba. Desde aquí comenzaron su labor misionera.

Los franciscanos y dominicos eran ya responsables de zonas, para la evangelización. A los agustinos se le conceden sitios donde éstos no estaban presentes. Así llegan a Morelos y Guerrero, la región otomí del norte, Hidalgo y parte del obispado de Michoacán y Nueva Galicia.

Descripción

Atrio

Es uno de los atrios más grandes de la Nueva España. Está bardeado por tres de sus lados. Ahora es parque arbolado bien cuidado con una gran jardinera al centro. El espacio luce mucho y permite una visión completa de la iglesia y el portal de peregrinos.

Cruz atrial

Es una cruz muy elaborada que no debe ser del siglo XVI y tal vez sea copia de una anterior.

Capilla abierta

Estuvo donde ahora se encuentra el arco central del portal de peregrinos.

Capillas pozas

No quedan vestigios de las mismas.

Portal de peregrinos

Está a mano derecha de la iglesia. Tiene siete arcos y un techo abovedado. Mide 31.6 metros de largo y 11.2 metros de fondo. En la franja superior de los arcos se alternan 23 medallones en alto relieve, seis son el topónimo de Malinalco; seis, el símbolo de los agustinos; seis, el emblema de la Virgen María, y cinco presentan el anagrama IHS (Iesus Hominum Salvator). Los agustinos adoptaron la costumbre de incorporar el monograma de la población en sus construcciones. En el extremo izquierdo unos murales con datos de la llegada de los agustinos a Nueva España y la fundación del convento. Un fresco con la figura de fray Coruña, que después fue obispo de Popayán en Perú.

En la bóveda de cañón se encuentran pintados casetones. Según Estrada, el diseño decorativo renacentista proviene del libro IV de Sebastián Serlio (1537). Este fondo se interrumpe con las imágenes de grandes escudos religiosos, alusivos a los nombres de Cristo, María y la orden agustina. En la base de los apoyos de los siete arcos se pintaron los primeros siete evangelizadores agustinos, pero se han borrado por efecto del tiempo y la humedad del lugar.

Interior del portal de peregrinos

Iglesia 

Exterior

La fachada tiene tres elementos: la portada, el contrafuerte y el reloj. La portada de estilo renacentista y tiene tres cuerpos. El primero se integra por un arco de medio punto enmarcado por dos pares de pilastras; entre cada par se localizan dos hornacinas de capitel dórico y fuste cajeado. Este cuerpo culmina con un entablamento sobrio.

En el segundo una hornacina con peana (base para colocar una imagen religiosa) y venera (concha de la vieira) flanqueada por un par de columnillas, que son coronadas por un sencillo entablamento; sobre el friso del entablamento del primer cuerpo descansan dos veneras, junto a las cuales se observan dos tallas de un par de querubines.

En el tercero una ventana coral en forma rectangular y alrededor de su marco tres pequeños rostros alados, tallados de cada lado, y uno más en la parte superior. Está flanqueada por dos columnillas, cuyas bases presentan dos flores pétreas. El fuste de las columnillas es estriado y el capitel de orden corintio; en estos hay querubines y veneras. El cuerpo remata en un entablamento. En el friso se observan querubines y flores. En la parte superior está coronado por un frontón dentado que posee un tímpano con un crucifijo tallado.

Al lado derecho de la fachada se levanta un contrafuerte, elemento constructivo, característico de los templos del siglo XVI. Del lado opuesto la torre, que tiene un voluminoso cubo de cuerpo cuadrangular que fue dedicado en 1717. En un primer momento hubo una espadaña en la parte superior de la fachada.

La portada es muy parecida a las que se ve en los tratados de arquitectura de la época: específicamente, el primer cuerpo de la fachada parece encontrar su modelo en la lámina LX del Tercer Libro del tratado de Sebastián Serlio (1537). Es muy probable que el autor de la portada haya recurrido al libro de Serlio (publicado en español en 1552). El crítico de arte Jorge Alberto Manrique señala que el arte del Renacimiento fuera de Italia es el “manierismo”, ya que se tienen por buenas las formas “perfectas” de los italianos.

Interior

Es de una nave cubierta con bóveda de cañón. Tiene una bóveda octagonal. El ábside trapezoidal es ciego. No tiene entrada de luz. El presbiterio se encuentra precedido de un arco del triunfo de gran elevación. En la parte oeste de la nave se integra un par de capillas.

No hay elementos del siglo XVI. Los altares actuales son neoclásicos de finales del siglo XIX y no tienen ningún valor. En 1568, Simón Pereyns, pintor flamenco del siglo XVI que llega a Nueva España como parte de la corte del virrey de Falces, realiza el retablo del altar mayor en compañía de Francisco Morales. No se conserva la estructura.

Convento

La forma es cuadrada. El claustro bajo y alto fueron construidos en épocas distintas. El bajo tiene tres arcos de medio punto por lado, es de doble altura y con paredes de mampostería.  Es posible que estuviera terminado por 1575. El alto inicia su construcción en 1580 tiene cuatro arcos de medio punto rebajados por lado, que son de piedra. Su altura es menor a la del primer nivel. Los techos de los dos claustros están cubiertos con bóveda de cañón. Hoy el patio es de piedra bola y al centro, sumergida, hay una fuente bajo el nivel del piso.

Murales 

Se encuentran en las paredes y en las bóvedas de los dos claustros. Los debieron pintar tlacuilos indígenas. Hubo una primera restauración en 1960 y una mayor en 2003 a cargo de Adopte una Obra de Arte, A.C.

El análisis más completo sobre los murales lo ha realizado Jeanette Favrot Peterson en su obra The Paradise Garden Murals of Malinalco. Utopia and Empire in Sixteenth Century Mexico (1993). Los pintores logran una composición novedosa que combina conceptos e ideas de las tradiciones indígenas y de la Europa cristiana.

Ellos, dice Peteron, plasman en la representación de los jardines la ideas sobre el Paraíso de ambas cosmologías: “El tema paraíso-jardín se extendió más allá de la alegoría religiosa para funcionar como una metáfora de los objetivos de la misión evangelista de los agustinos. El concepto de un paraíso terrenal se adaptaba perfectamente a las ideas utópicas del profundo pensamiento mendicante a la llegada en el Nuevo Mundo”.

Elena Isabel Estrada de Gerlero analiza la relación simbólico-litúrgico, integrada en los programas conventuales del siglo XVI, con el fin de acentuar la creencia doctrinal de que la Iglesia indiana era prefigurada como la Jerusalén Celeste, aspecto que también había mencionado Peterson, lo que le proporciona un sentido de Paraíso al convento. De esta forma, se vincula el programa de los muros con el significado arquitectónico: “Si el paraíso terreno es la prefigura del claustro y del Paraíso celeste, en Malinalco éste también se representa extramuros del convento […] de manera que para comprender mejor la representación del Paraíso pictórico en el claustro bajo del convento es justo referirse al paisaje que crece a su alrededor”.

Murales del claustro bajo: Están pintados en blanco y negro. Los temas: los monogramas de la Virgen María, Jesús y la Orden de San Agustín, pero sobre todo animales y plantas de la región. En mural de la pared izquierda se representa el cielo prehispánico (mixtlán). Ir a los cielos o al infierno que tenían los mexicas dependía de la manera como se había muerto. La nueva doctrina enseñaba que ir al cielo o al infierno no dependía de cómo se había muerto sino la forma en la que se había vivido. En la pared del oriente el infierno (tlalocan).

Murales del claustro: Los frescos han sido muy mal repintados. El techo está decorado con figuras geométricas en rojo. El trabajo debe ser de finales del XVI o principios del XVII. En las cuatro esquinas escenas de: La última cena; La crucifixión; El descendimiento de la cruz y la Resurrección.

Los tlacuilos muestran su destreza como artistas en un trabajo lleno de símbolos. Es muy probable que imágenes de los murales se tomen de grabados en madera del siglo XVI.

En el cubo de la escalera, para subir al claustro alto, hay en el techo un mural que representa a un pelícano que alimenta a sus polluelos. Es una alegoría de Cristo. La pintura está en vuelta en un entrelazado de malinali, un zacate de la región. Que fue la manera que los tlacuilos encontraron, para hacer presente a Malinali, la sacerdotisa mítica fundadora de la ciudad.

Comentario

El conjunto conventual se inscriben en el estilo propio del Renacimiento. Otros conventos agustinos que se construyen en el mismo estilo son Actopan, Yecapixtla, Epazoyucan y Metztitlán. Las fachadas de los conventos de Ixmiquilpan y Atlatlahucan se parecen todavía más a la de Malinalco. Destaca la sobriedad, el equilibrio y la belleza de los elementos renacentistas clásicos presentes en estos conjuntos.

Los agustinos ponían un especial cuidado en la belleza arquitectónica y artística de sus iglesias y conventos. Estas obras muestran la extraordinaria capacidad creativa de los arquitectos que las diseñan. Con los elementos que tuvieron a su alcance, lograron composiciones originales que nunca se repiten. Todas tiene su propia personalidad.

Los murales, sobre todo los del claustro bajo, son una obra de gran valor artístico y también muy importantes por la temática que se desarrolla que es la idea del Paraíso en la cosmovisión indígena y europea. Es un verdadero tratado sobre estas dos concepciones.


Visitas

1974, 1985, 2012.

Fuentes consultadas 

-Notas de las visitas

-Ledesma, Carlos Alfonso y Abel Alfredo Reyes-Estrada. El Convento de San Salvador en Malinalco. Una revisión documental e historiográfica desde la Historia del Arte, Contribuciones desde Coatepec, vol. XV, núm. 30, pp. 51-72, 2016, Universidad Autónoma del Estado de México.

-Kubler, George, Arquitectura mexicana del siglo XVI, FCE, México, 1983.


Twitter: @RubenAg

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