[current_date format ='l d F Y' ]

México entró a la fase 2 de la pandemia por coronavirus sin una estrategia de Estado que permita organizar al país para hacer frente a esta grave amenaza contra la salud pública y los efectos devastadores que está generando en la economía global.

Los anuncios del presidente Andrés Manuel López Obrador son medidas de gobierno elaboradas básicamente para tratar de blindar su liderazgo y que responden a la visión sectaria, centralista y de concentración de poder que alientan todas las decisiones de este sexenio.

La experiencia de otros países indica que se necesita un esfuerzo mayúsculo de las instituciones y de la sociedad para contener la propagación y evitar que el número de víctimas mortales se dispare, como ocurre ahora mismo en países con mejores sistemas de salud que el nuestro.

Pero López Obrador es incapaz de presentar un plan verdaderamente nacional ante la emergencia, que sume a gobernadores, a alcaldes, a la academia y a los científicos, al sector privado y a todas las instituciones del país, porque en los últimos 30 años, se ha encargado de dividirnos. Él mismo no se asume presidente del país plural que somos, sino de los pobres y de los explotados, del “México bueno”.

Así que con un Andrés Manuel que se siente un vengador social al estilo de Chucho “El Roto”, lo que estamos exhibiendo al mundo es que México carece de un estadista en la presidencia para enfrentar con éxito los retos sanitarios y económicos de estos tiempos.

CIUDAD DE MÉXICO, 24MARZO2020.-Lopez Obrador, acompañado de su gabinete encabezó conferencia de prensa en Palacio Nacional donde se anunció la segunda fase de riesgo de contagio COVID-19.
FOTO: ANDREA MURCIA/CUARTOSCURO.COM

Lo que tenemos los mexicanos instalado en Palacio Nacional es un presidente “grillo”, dedicado en cuerpo y alma a su proyecto personal de pasar al bronce de la historia, y decidido a no moverse ni un solo milímetro de la ruta que se trazó para lograrlo: el populismo y la demagogia por encima del rigor y la responsabilidad económica.

Por eso entre los anuncios para atender la crisis, que ya estaba presente como resultado de su primer año de gobierno, no se encuentra, ni remotamente, la decisión de reorientar el presupuesto o cancelar los llamados “proyectos estratégicos” que representan un gran boquete al erario en tiempos de baja recaudación como los que vivimos.

Lo ha dicho de forma reiterada: la economía del país puede hundirse por el Covid-19 o por la guerra de los petroprecios, pero él seguirá destinando recursos a la refinería, al tren maya y al aeropuerto de Santa Lucía, porque se siente con derecho a usar el dinero público para sus ocurrencias y para sus prioridades electorales. Cree que postergar o cancelar esos proyectos equivale a una derrota. Y está decidido a no perder.

Tampoco está dispuesto a revisar los programas sociales. Al contrario, la primera medida para “reactivar la economía” no ha sido anunciar estímulos fiscales a las empresa para evitar despidos y cierres de fuentes de empleo, sino anticipar dos bimestres de apoyos a ocho millones de personas de la tercera edad, incorporados en el padrón de beneficiarios de sus programas sociales. Populismo y demagogia ruinosa para hacer frente al virus.

A los mexicanos nos debe quedar suficientemente claro a estas alturas, que al presidente le preocupa más su imagen y la imagen de su gobierno, que los daños que puede ocasionar la pandemia y el problema económico que está generando en todo el mundo. Por eso actúa como si no hubiera una emergencia, repartiendo dinero a manos llenas entre sus clientelas electorales.

Su principal apuesta es que el coronavirus no impacte en México de la manera agresiva que ha afectado en países como España o Italia, y que él pueda presumir que tenía razón, que no había motivos para apanicarse. En conferencia de prensa sacaría de nuevo sus escapularios y nos echaría en cara a quienes no tuvimos fe.

Sin embargo, la magnitud de la pandemia que estamos viendo en Estados Unidos, las decisiones tardías que ha tomado su gobierno, aunado a los mensajes contradictorios sobre las medidas que debemos seguir los ciudadanos, anticipan un escenario difícil con 250 mil mexicanos desarrollando la enfermedad y 35 mil requiriendo servicios médicos.

Ojalá que entregar a los militares el control de hospitales donde se van a atender a los enfermos, no sea una medida para querer manipular las cifras de una eventual tragedia, en ese propósito de que el virus le haga al gobierno “lo que el viento a Juárez”. Sería indigno para la institución militar, además de que francamente es una encomienda que se antoja imposible de cumplir en estos tiempos.

Autor

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *