Cualquiera que escribe desperdiga textos, quizá particularmente en este virtualizado siglo XXI pospandemia. La aparente facilidad de publicar en línea lo incentiva. Años antes de esta situación, José Emilio Pacheco escribió: “Tarde o temprano a todos nos espera el naufragio”, sobre nuestro destino compartido en el olvido. Es un verso de “Carta a George B. Moore en defensa del anonimato”, publicado en 1983 como parte del poemario Los trabajos del mar. Sin embargo, ese como otros poemas o versos de Pacheco persisten en la memoria de muchos lectores, aunque él alguna vez haya contrastado la intensa popularidad —relativa— de Jaime Sabines con su propio anonimato. Recientemente comenzó a circular De la mano a la luz (2024) de Bárbara Jacobs, libro recopilatorio que rescata textos del pronto olvido.
La autora ya había publicado libros compuestos por textos autónomos. De hecho, salvo uno de ensayos ideado como tal (y fuera de su narrativa y poesía), en sus palabras “los otros han sido elaborados a lo largo de mucho tiempo, y de igual modo, unos más, otros menos, todos tienen algo que ver con las publicaciones periódicas”. En este caso —además de blogs y actividades culturales— los textos provienen de revistas de diferentes ciudades de México: Armas y Letras, Artes de México, Biblioteca de México, Blanco Móvil, Cultura Urbana, Luvina y Revista de la Universidad. El cuentista Augusto Monterroso (1921-2003) —quien fuera su esposo— es personaje central en este libro que dibuja certeramente su carácter. Al referirse a la Antología del cuento triste (1992), Jacobs afirma “[el que] me hubiera invitado a armar con él esa antología es el mayor reconocimiento que he recibido en mi carrera de lectora y escritora”. Así, De la mano a la luz es muchas cosas, entre ellas, como dice la propia Jacobs “historia personal de lecturas”, reunión de prólogos, textos para diversas ocasiones, alocuciones en la radio o perfil de Alcira Soust Scaffo, quien como cualquier persona se revela bastante más que una etiqueta, pero a la que cabe describir como figura de la universidad nacional o, mejor, de los pasillos la Facultad de Filosofía y Letras. La compilación también muestra la recurrencia del relato autobiográfico en la escritura de Jacobs (1947) con páginas enteras que se leen como flujo de conciencia: literatura sin necesidad de pretextos.
La reflexión sobre la literatura no está ausente, quizá porque los textos de Jacobs no están anclados en convenciones pasajeras y aunque ella se declare incapacitada y desinteresada ante el “peligroso terreno teórico”. Aun así, aventura una definición de poesía para un niño hipotético: “es una combinación de palabras que parece que electrifican el cuerpo del que las lee o del que las oye”. Pero afirma que con sus textos ensayísticos “no he pretendido transmitir conocimiento ninguno, sino solamente despertar el gozo de leer”. Es de particular interés que Jacobs considere que a un ensayista nunca pueden faltarle temas, pues si experimenta esa sensación acaso padezca de la ilusión de lo “trascendente” y esté fallando en “captar [los asuntos] en su calidad de materia prima”, en abrirse a los temas de su alrededor.
Algunos de los prólogos recopilados expresan una inteligente concepción de la amistad. Ésta llevó a la autora a escribir sobre la obra de personas cercanas sin el lastre de la adjetivación que se ha vuelto insignificante de tan reiterada, pero también sin crítica de por medio. Varios de los textos —o fragmentos de ellos— dedicados a obras de artistas se asemejan al circunloquio. La época en que vivimos, populista en lo político y lo cultural, no es propicia para la crítica —hay que luchar por su existencia, por lo que quizá haya que encontrar otras formas de acompañamiento para las artes— pero más allá de esto, siempre cabe la pregunta sobre si la crítica de las artes es necesaria o sólo complemento circunstancial —fechado— que se va revelando prescindible. Abierta esa puerta, habría entonces que añadir la pregunta sobre la vigencia de múltiples disciplinas artísticas, varias lindantes con lo circense y la banalidad.
La unidad de una obra literaria puede originarse en la práctica común de escritores mexicanos actuales que definen sus proyectos persiguiendo la popularidad de un tema. Se trata de resonancia relativa por lo diminuto y la incoherencia ideológica de la comunidad involucrada. La inscripción en el espejismo del tiempo presente es prioridad, no el encarar paradigmas de la tradición ni plantearse retos formales, que pueden dar otro tipo de coherencia. Pero la unidad también puede crearse de una manera menos planificada y más cercana al trabajo en el lenguaje. Los deshilvanados textos de Jacobs participan de esa posibilidad: su consistencia está en un tono, en la práctica de la escritura, no en un sistema de ideas o propósitos públicos. Jacobs escribió: “Todo ensayo se concibe como una unidad, y el hecho de que reunirlos en un volumen otorgue otra dimensión a esa unidad, no la rompe”.
Que la literatura no es eterna ni su objetivo perdurar tendría que ser obviedad en nuestros días. Más dados a la retórica —en el peor sentido— que a buscar lo poético, no faltan personajes que hacen afirmaciones en la órbita de que la literatura lucharía contra el paso del tiempo. La buena literatura tiende a permanecer a través de décadas, a veces siglos y hay casos en que hasta milenios. Son la excepción. Hay lectores que valoran la poesía y la narrativa de Pacheco (quien también figura en el memorioso libro de Jacobs). Pero al lado de esos géneros, quizá sean sus Inventarios —la columna literaria de JEP— la escritura que se demuestre inagotable en su erudición y, sobre todo, en su gracia inigualable (si bien no coincido con su exaltación, reproducción y contribución a crear cultura oficial mexicana; pero ese es otro tema). En su nuevo libro Jacobs identifica “el mundo cultural de México” y evidencia consciencia de la fecha en que ella ingresó en él. De la mano a la luz pone en evidencia que su autora —enraizada en ese mundo— ha sabido al mismo tiempo ejercer curiosidad en distintos horizontes, labrar un estilo y preocupaciones personales, así como entregarse al juicio de lectores y el tiempo.
Autor
Escritor. Fue director artístico del DLA Film Festival de Londres y editor de Foreign Policy Edición Mexicana. Doctor en teoría política.
View all posts