Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, El Chapo, es una manifestación acabada de la corrupción, impunidad y hasta los temores que produce y provoca la justicia mexicana.
El gobierno de Peña Nieto de plano se hizo a un lado. Sabedor de que Guzmán se podía escapar de cualquier cárcel de alta seguridad nacional, optó por el camino más fácil y pudiera ser que hasta el más corto. No se quiso exponer una vez más y antes de que llegara de nuevo una evidencia más del sistema penal y de seguridad, optó por el camino fácil, lo envió lo más rápido que pudo y como pudo a EUA.
Todo terminó en un acuerdo de favores mutuos entre los gobiernos. EUA lo pudo enjuiciar con sus leyes, su gente y a su manera, para intentar, entre otras cosas, mitigar las severas críticas respecto de que el gobierno no hace lo debido para detener a los traficantes de drogas, al tiempo que mandó un mensaje a los que hacen.
Al interior de EU no se ven acciones significativas que permitan ver estrategias que frenen a los narcotraficantes y menos acabar con el consumo de drogas; recordemos de nuevo, la Unión Americana es el país donde más drogas se consumen en el mundo.
Buena parte de lo que pasa y padece el país, y que a menudo no se quiere ver bajo el supuesto de que la dinámica internacional es lo que lo provoca el tráfico de drogas hacia EUA, ha provocado que, de manera simplista, se pierda de vista que el problema es integral, multifactorial y multilateral.
Se han dirigido muchas críticas a nuestro país, algunas, sin duda, con razón, haciendo a un lado la importancia de lo que sucede y abruma la vida cotidiana de EUA, muy en particular entre sus jóvenes.
La justicia estadounidense hizo lo que la mexicana es incapaz de hacer. Echó a andar su maquinaría del espectáculo de la justicia para mostrar que tenían en sus tribunales al otrora “más buscado”, el afamado Chapo, y que además lo iban a juzgar con todo el peso de la ley.
El resto era previsible. El narcotraficante relacionado con artistas, narcocorridos, fiestas, series de televisión y películas, además de ser ubicado por la revista Forbes como uno de los hombres más ricos del mundo, estaba ante la acción justiciera de EUA y evidentemente ya no tenía salida alguna.
Después del espectáculo de la justicia vendría la sentencia que buscaría, al tiempo de hacer justicia, mandar mensajes: ratificar que EUA es el gendarme del mundo y que la sentencia sería la máxima, insistimos, como se preveía, cadena perpetua.
Para el gobierno de Peña Nieto fue lo mejor que podía pasar, se deshizo del bulto que cada vez que detenían, escapaba. Muchas de las justificaciones que la pasada administración expresaba, eran en el sentido de que fuere como fuere lo habían logrado capturar todas las veces que se había escapado.
Sin embargo, también es un hecho que cada vez que El Chapo pisaba un penal de alta seguridad, escapaba. Da la impresión que la última vez lo único que le faltó fue tiempo para que lo hiciera.
La FGR está obligada a hacer una revisión detallan de todo lo que se dijo en el juicio sobre El Chapo que tiene que ver con nosotros. Más allá de que muchos testimonios fueron hechos por testigos protegidos, los cuales son capaces de decir lo que les piden con tal de medio salvar el pellejo, existen elementos importantes y de necesaria y obligada atención que tienen que ver con la forma en que Guzmán Loera actuaba en el país.
Nunca se llegó a atacar la fortuna de El Chapo en el país, la cual dice Trump que podría pagar el muro fronterizo.
Aventaron el bulto y se hicieron a un lado, esperando con ansias que la sentencia fuera de cadena perpetua para que ni de broma nos lo regresaran.
El Chapo empezó y desarrolló su incontrolable vida en nuestro país, que no se olvide.
RESQUICIOS.
Cuando vengan los grandes problemas para el gobierno, serán inevitables, se van a necesitar auténticos bomberos capaces. El titular de Agricultura y Ganadería será uno de ellos.
Este artículo fue publicado en La Razón el 15 de febrero de 2019, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.
Autor
Javier Solórzano es uno de los periodistas mexicanos más reconocidos del país, desde hace más de 25 años. Licenciado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México, cursó estudios en la Universidad Iberoamericana y, hasta la década de los años 80, fue profesor de Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana.
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