febrero 22, 2025

El fuego de una inmensa curiosidad

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Para Adriana, con cariño y admiración.

No estoy seguro. ¿Quién era mejor: el economista extraordinario o el amigo gentil y siempre cálido? Para mi generación su nombre ya era mítico, luego de que desentrañó la “Organización industrial en México” (todo un misterio entonces, como ahora) para preparar el “cambio estructural” de aquellos años al lado del inseparable José Casar (otro economista de la mejor tradición) y Carlos Márquez, Marván, Padilla, Rodríguez y otros economistas intrépidos.

Desde comienzos de los años noventa Ros, ya era el gran economista duro, heterodoxo con una visión penetrante que se situaba siempre en la exploración de los problemas económicos fundamentales de cada momento. Aquí algunos de los que recuerdo. ¿México podría acometer su transformación productiva con vistas a su inserción en la zona norteamericana? y si es así ¿cuál era el punto de partida real, cual el diagnostico necesario para una genuina política industrial? ¿Cuál fue el resultado de las reformas neoliberales dadas sus consecuencias concretas y mensurables? ¿Qué explicaba la recesión más larga que había vivido México desde la crisis del tequila en los primeros años del foxismo? ¿Porque la macroeconomía convencional estaba fallando tan ostensiblemente en América Latina y de modo especial en México? ¿Es cierto que la “productividad” es lo que explica el anegamiento de la economía latinoamericana? ¿De hecho, qué es la productividad, y porqué tiene tan malos resultados aparentes en nuestra región? ¿Qué correcciones eran necesarias en los modelos de desarrollo económico vigentes antes de la crisis financiera? y finalmente ¿dónde están los obstáculos fundamentales que nos tienen sumidos en un estancamiento crónico, definido por él como “la trampa del bajo crecimiento y alta desigualdad”?

¿Se imagina el lector un programa de investigación económica más relevante y más pertinente en los últimos veinticinco años que el programa planteado por Jaime Ros?

Y toda esa investigación la desplegaba con humor, sin prejuicios, aceptando elementos y evidencias empíricas sin importar de donde vinieran, pero manteniendo la vertical teórica de un economista que busca respuestas a problemas, economista útil, no doctrinario.

Frecuenté mucho menos de lo que debía al Maestro Ros, en parte por su brillante y prolongada estancia en la Universidad de Notre Dame y en parte por los muchos encierros monacales en que solía adentrarse para terminar este ensayo, aquel libro, aquella clase o aquella ponencia, trabajos de los que por fortuna Ros nos hereda por centenas, con ideas originales, un rigor lógico-matemático tan inusual y la pertinencia histórica y económica.

lamerolica.wordpress.com

Jaime Ros es uno de los economistas responsables del único cambio en la política económica neoliberal el último cuarto de siglo (continuada con fruición en el presente gobierno, por cierto). Me refiero a la política del salario mínimo, y yo tuve oportunidad de trabajar con él y constatar la manera en que funcionaba su poderoso cerebro: escuchaba atentamente los cuestionamientos adversos, ponía en su escritorio toda la bibliografía leída y por leer, meditaba lo que iba a decir y daba sistemáticamente una respuesta bien estructurada, como he dicho a favor o en contra de su propia opinión original. ¡Lo que yo tenía enfrente era un economista flexible! porque no le importaba la pose, la grandilocuencia ni defender un sacerdocio teórico, lo que le importaba era la verdad en los grandes temas del momento, sin las prisas del periodismo y sin el tedio de la academia especializada.

Lo que más lamento de la muerte de Jaime Ros es que se apaga el fuego de una inmensa curiosidad intelectual, científica, literaria y vital. Puedo contarles mi experiencia.

Cuando se elaboraba un documento que refutó uno a uno, los prejuicios económicos contra el aumento del salario mínimo, el profesor Ros hizo dos cosas: se sumergió en las raíces de la teoría clásica de la distribución del ingreso y en la teoría moderna de los contratos económicos, pero también se fue de picnic, es decir, ensayó su propio “experimento natural”. Y es que Jaime Ros tuvo la puntada de comenzar a tomar taxis a la primer provocación, a lo ancho y a lo largo de la Ciudad de México, encuestando a los conductores, sus hábitos laborales y su ingreso. Durante aquellos ciento cincuenta días, Ros recopiló información muy elocuente de lo que estaba pasando con los trabajadores de más baja calificación en la Ciudad de México (los taxistas entre ellos), y pudo constatar que la señal siempre deprimida del salario mínimo estaba afectando los ingresos de ese segmento y que ganar tres veces el salario mínimo exigía al menos duplicar la jornada de trabajo. El salario mínimo estaba mandando una nefasta señal al conjunto de una de las economías locales más modernas del país (o la más moderna). De modo que Ros avanzaba en dos piernas, una intelectual y una empírica, una recuperando el acervo teórico que aprendió y otra clavada en su propia experiencia, la de todos los días.

Este era Jaime Ros quien además fue dueño de un buen sentido del humor y con toda su grandeza se dejaba cotorrear como el mejor de los amigos.

No hubo una sola empresa, una sola iniciativa o una sola propuesta a la que lo invitásemos, que no aceptara por convicción, ese era su límite: un límite moral. La última vez que hable con él fue en una larga comida en la que sin remilgos me dio una clase de historia económica y gustoso, aceptó redactar para el siguiente libro, en medio de carcajadas, más literatura y un afecto que irradiaba en cada intervención.

Ese Jaime Ros dejo de estar con nosotros el domingo en la noche. Difícil contar aquí, la ausencia de su pérdida humana porque simplemente no puedo. Pero si puedo decir que si algún día México será capaz de abandonar el mar de los sargazos económicos en el que vivimos, lo logrará de la mano, las ideas y la obra de Jaime Ros.

Autor

  • Ricardo Becerra Laguna

    Economista. Fue subsecretario de Desarrollo Económico de la Ciudad de México. Comisionado para la Reconstrucción de la Ciudad luego de los sismos de 2017. Presidente del Instituto para la Transición Democrática.

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